La última hoja del tilo.

https://i0.wp.com/www.numismaticodigital.com/fotos/114/nnumtc16415foto03.jpg
«Bosques alemanes, Tila»

En el centro del claro del bosque se erguía majestuoso un hermoso y viejo ejemplar de tilo, ahora rodeado de un espeso manto dorado tejido con sus hojas perdidas durante estos días de otoño lo que enmarcaba su grueso tronco surcado de cicatrices en forma de corazón (como sus hojas) con iniciales  a los lados y algunos atravesados por la flecha de cupido, guardando muchas historias y promesas de amor manifestadas por parejas de enamorados que bajo su sombra habían retozado a lo largo de sus muchos años de vida.

No le gustaba que le produjesen esas heridas pero a pesar de eso no quería que desapareciesen sino que las mantenía como pruebas, testigo de mil historias de amores al principio felices aunque con distintos caminos y finales a veces tormentosos y desgraciados según los casos. Como haría una bordadora, cada año remarcaba más esos signos de amor juvenil y se sentía orgulloso cuando algunas parejas volvían a visitarlo y a recordar y renovar sus promesas de amor.

Ahora se sentía melancólico, con las hojas ya perdidas salvo alguna aislada que se mantenía en lo alto a pesar del frío y las inclemencias, preparándose para un largo y triste invierno en que posiblemente nadie vendría a visitarlo y menos aún a retozar bajo sus ramas ni a susurrar palabras y promesas de amor eterno.

Recordaba con tristeza la última visita hace escasamente una semana: una dama de belleza ya madura, con semblante sombrío a la que costó reconocer como aquella bella muchacha de cabellos dorados que acompañado de otro bello efebo, retozaban cariñosamente y se sentaban en un viejo tronco que durante unos años se mantuvo adosado a su tronco, multiplicando sus gestos y palabras de amor.

En esta ocasión le acompañaba, agarrando su mano, una linda muchachita que, aunque con gesto triste, en ella sí que veía reflejada la figura de antaño de quien sin duda era su madre.

Depositando en el suelo una maleta que portaba, se acercó al tronco y a una considerable altura repasó con su mano uno de aquellos corazones con las iniciales E  y L mientras las lágrimas surcaban su bello y sombrío rostro.

Sois tú y papá, Ernesto y Lucía, ¿verdad? Preguntó la niña y sin esperar el asentimiento que la madre hizo con un simple gesto, continuó diciendo: Os queríais de verdad, ¿no es así? Entonces… cómo es posible que papá haya cambiado tanto como para tratarnos así, como para maltratarte como hace? Pero no te preocupes, mamá, tienes mucha vida por delante y las dos juntas conseguiremos ser felices de nuevo.

Ella la abrazó emocionada; fue un largo abrazo regado de lágrimas, de amor y de esperanza tras el cual, tomando de nuevo la maleta, continuaron por el sendero que, atravesando el bosque, llegaba hasta la estación del ferrocarril cuya vía apuntaba hacia lo lejos, hacia un futuro incierto pero esperanzador.

Todavía estaba recordando esa emotiva y triste escena cuando vio aproximarse una figura masculina, algo encorvada y con aspecto desaliñado y cara de pocos amigos en la que reconoció  a Ernesto, aquel muchacho otrora enamorado de Lucía y al parecer causa de sus males y su desgracia en la actualidad.

Se aproximó al viejo tronco y mientras buscaba con la vista aquel corazón testigo de una gran amor ahora truncado o más bien transformado en intenso odio, fue sacando de entre sus ropas una pequeña hacha con la que comenzó a golpear con saña dicho corazón haciéndolo desparecer en mil pedazos que saltaban como huyendo de los disparates, imprecaciones y juramentos con los que acompañaba sus golpes.

Cientos de golpes después de haber borrado toda señal de aquel corazón, cansado ya de golpes y de rabia, lanzó bien lejos entre los árboles el hacha y se dejó caer a los pies del tilo golpeando todavía el suelo con sus puños varias veces hasta que giró y con los ojos con expresión ausente permaneció mirando sin verlas, las últimas hojas del tilo recortada su silueta acorazonada contra el rojo con cuyo color el sol se había ya despedido hasta un nuevo amanecer.

En esa misma postura y con los ojos todavía abiertos, fue descubierto en la madrugada cubierto de escarcha y sobre su pecho un corazón ribeteado de cristalitos de hielo cual minúsculos diamantes, la última hoja, dorada por el otoño, del majestuoso e impasible tilo.

.

Nana Moskouri-Der lindenbaum (El Tilo) de Schubert

.

¡Feliz fin de semana a todas!

Y ya sabéis:

¡Cuidaos, vivid la vida intensamente y procurad ser muy felices!

.

¡JUSTICIA!

Lo siento; hoy rompo las normas: como ya he comentado alguna vez, me propuse que este blog iba a ser un remanso donde descansar de las injusticias y abusos de la vida diaria, para eso ya tenía otros blogs, pero hay ocasiones que es difícil abstraerse y que las injusticias y abusos no te salpiquen todo tu ser.

Por eso y aun siendo viernes, habitualmente de disfrute musical, no puedo menos que traer este artículo sobre los abusos, contra las mujeres principalmente, en México hace diez años. Lo peor de todo es que no es un caso aislado sino que por desgracia día a día se machaca y se oprime de mil formas a cual más cruel a los débiles cuyo escalón más bajo son las mujeres pero precisamente por demostrar su fortaleza y valentía al no dejarse robar, ningunear, abusar, por parte de los poderes económicos y públicos con tal impunidad que incluso como en este caso, el principal culpable ocupa luego la presidencia del país..

¡Mi homenaje y admiración por todas ellas, de cualquier raza y en cualquier país!

 

A Yolanda Muñoz la detuvieron en la azotea de una casa y la pusieron de rodillas. A su lado había una pila de cuerpos amontonados, golpeados y ensangrentados.

Todavía recuerda las botas negras de sus agresores, el encono de sus golpes: casi siempre pegaban en la espalda y en la cabeza, dice.

Los policías la subieron a un autobús tipo escolar junto a otras mujeres y hombres que, al igual que ella, creían que iban a morir. Y en cierto sentido no se equivocaba: en ese viaje de cinco horas que hicieron desde Texcoco —un municipio en las afueras de Ciudad de México— a distintas cárceles, a muchas de las detenidas les mataron una parte de ellas mismas.

A algunas le mordieron los senos, les pellizcaron los pezones. A una mujer la obligaron a darle sexo oral a varios policías. A otras las penetraron con los dedos o con objetos. Mientras los policías las golpeaban, las manoseaban y las denigraban, algunas eran forzadas a contar chistes para entretenerlos. A Yolanda Muñoz le hicieron mantener el equilibrio mientras sostenía una granada falsa en las manos.

Ella es una de las víctimas de las detenciones arbitrarias y torturas sexuales cometidas por fuerzas del Estado mexicano en mayo de 2006, cuando el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, ordenó un operativo para reprimir a un grupo de manifestantes.

Tras una exhaustiva investigación de años, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dictaminó que el gobierno mexicano no solo fue incapaz de otorgarles justicia a estas mujeres, sino que ese mismo sistema de justicia quebrado muchas veces persigue a sus propias víctimas. En su dictamen, la CIDH también exhortó a realizar una investigación completa para determinar a todos los responsables, y un posible encubrimiento de los hechos.

The New York Times entrevistó a las once mujeres que consiguieron que el caso trascendiera las fronteras de México —algunas de las cuales hablaron por primera vez públicamente sobre los abusos que sufrieron hace diez años—, que relataron el trauma y el dolor con el que han convivido desde entonces.

El operativo policial del 3 y 4 de mayo del 2006 tenía como fin acabar con un movimiento de protesta que había nacido de la oposición al proyecto de un nuevo aeropuerto en San Salvador Atenco —a unos 50 kilómetros de Ciudad de México—, pero se había convertido en catalizador de otras luchas de reivindicación social.

La represión ordenada por el gobierno terminó con la muerte de dos personas, más de 200 detenciones y decenas de heridos graves. Los agentes de seguridad que participaron fueron acusados, entre otras violaciones a los derechos humanos, de torturar sexualmente a más de 20 mujeres.

Once de ellas decidieron denunciar los hechos y luchar por justicia, pero se vieron obligadas a llevar su caso a una instancia internacional después de toparse con trabas en la investigación de sus denuncias, e incluso con la difamación de autoridades locales, incluyendo al entonces gobernador Enrique Peña Nieto.

En junio de 2006, un mes después de los hechos, Peña Nieto llegó a declarar a la prensa que la “fabricación” de acusaciones era una táctica conocida de grupos radicales, y que ese podía ser el caso de las mujeres que denunciaban violaciones por parte de la policía, con el objetivo de desacreditar al gobierno.

Más de una década después, la CIDH no solo ha emitido su dictamen a favor de las víctimas, sino que el sábado pasado envió el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que podría obligar al Estado mexicano a establecer responsabilidades en toda la cadena de mando involucrada en los hechos, lo que incluye al entonces gobernador del estado que ordenó el operativo, hoy presidente de México.

La oficina del presidente ha dicho por su parte que la CIDH no responsabilizó a Peña Nieto ni lo ha nombrado explícitamente como un objetivo de la investigación. Más allá de eso, sostienen, los casos judiciales en México nunca lo han hecho responsable de las agresiones sexuales a las mujeres.

‘Me quitaron la mitad de mi vida’

Suhelen Cuevas soñaba con ser periodista y llegó a San Salvador Atenco el 4 de mayo del 2006 para cubrir los enfrentamientos que habían ocurrido la noche anterior en el municipio.

Edith Rosales era asistente médica, tenía 48 años, y había llegado a Atenco con una brigada de auxilio para atender a los heridos de la noche del 3 de mayo.

Norma Jiménez y Claudia Hernández eran estudiantes, y estaban allí para documentar lo sucedido: Norma para la revista “Cuadernos Feministas”, Claudia para estudiar movimientos sociales.

Patricia Torres también era estudiante: estaba escribiendo su tesis sobre el movimiento social de protesta en Atenco.

Bárbara Italia Méndez había llegado allí con una organización que atiende a menores en riesgo.

Cristina Sánchez acompañaba a sus hijos a la escuela y se dirigió después al mercado a realizar compras. Ana María Velasco había ido al mercado de Texcoco para hacer unas compras con su hermano y su cuñada. Yolanda Muñoz iba con su hijo caminando por la calle rumbo a Texcoco.

Patricia Romero había llegado al mercado Belisario Domínguez para trabajar con su hijo y su padre en el negocio familiar que tenían allí.

Mariana Selvas acompañaba a su padre a ofrecer sus servicios médicos en San Salvador Atenco.

Ese fue, para cada una de ellas, el último momento en que fueron tal como eran, antes de que sus biografías se partieran en dos.

De las más de 20 mujeres que fueron apresadas y torturadas sexualmente durante los enfrentamientos en mayo de 2006, las once que decidieron seguir con sus casos y llevarlos hasta una instancia internacional no solo comparten una misma lucha para que se reconozcan —y se castiguen— los abusos cometidos, sino también el intento por recuperar el control de sus vidas.

En la última década algunas de ellas encontraron en esta cruzada un nuevo propósito. Varias, con el apoyo de sus seres queridos, lograron salir adelante y continuar. Otras no corrieron con la misma suerte.

Algunas dejaron de estudiar y abandonaron sus proyectos. Perdieron parejas, inclusos sus hijos se alejaron de ellas, o sus seres queridos no lograron entender nunca ni adaptarse al trauma tan particular de una víctima de tortura sexual.

Para todas ellas la intimidad sexual es, en el mejor de los casos, un desafío; en los peores días, un suplicio.

A sus 30 años, prácticamente el único contacto físico que Suhelen puede mantener con naturalidad con su pareja es tomarse de la mano.

“Me quitaron la mitad de mi vida”, dice hoy, en la primera entrevista que da a algún medio desde que fue detenida y abusada por policías cuando era una estudiante de 19 años.

Sus ojos azul intenso se empañan con lágrimas, pero de pronto se abren de emoción y gratitud con la rapidez de la euforia: al menos vivió para contarlo, dice.

Continue reading the main story Photo

 
De izquierda a derecha, arriba: Patricia Torres Linares, 33 años; Norma Jiménez Osorio, 33 años; María Patricia Romero Hernández, 48 años, y Mariana Selvas Gómez, 32 años. De izquierda a derecha, abajo: Yolanda Muñoz Diosdada, 56 años; Cristina Sanchez Hernández, 50 años; Edith Rosales Gutiérrez, 60 años, y Claudia Hernandez Martinez, 33 años. Credit Fotografías por Daniel Berehulak

‘No me atreví a decírselos’

“Es como si te hubieran matado”, dice Mariana Selvas, que al momento de ser detenida tenía 22 años y era estudiante de Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. “Y puedes quedarte muerto en vida con el miedo, con el dolor que no se quita, con el recuerdo, o puedes, aun con lo que pasó, tratar de encontrar un camino y la fuerza, tratar de vivir aun sin quitarte aquello que te mató en ese momento”.

Mariana fue detenida, golpeada, torturada sexualmente y tuvo que permanecer en la cárcel un año y ocho meses.

Después de haber sido abusadas durante el operativo, estas mujeres pasaron en prisión desde ocho días hasta dos años y ocho meses, acusadas por delitos que iban desde ataques a las vías de comunicación o ultraje y portación de armas hasta uso de explosivos y secuestro equiparado.

En estos años aprendieron que en un país donde el machismo atraviesa conductas sociales y culturales, el hecho de haber sido violadas sexualmente constituye una doble carga, un doble estigma. Y también una doble soledad.

Para Norma Jiménez seguir con el caso le ganó el rechazo de su padre, quien trata de desalentarla de continuar la batalla legal.

“Lo avergüenza”, dice.

A Patricia Romero, la vergüenza y el dolor de haber sido abusada sexualmente por varios policías le impidió compartir lo que le había sucedido con su padre y su hijo, que también fueron detenidos ese día, por miedo a causarles más daño.

“No me atreví a decírselos, los hubiera matado”, dice.

“Todavía recuerdo las voces de los tres o cuatro policías. Me acuerdo de cada detalle, los gemidos, el jaloneo. Todo es tan difícil”.

Tampoco tuvo la confianza para decírselo entonces a su esposo, ya que este en distintas ocasiones le preguntaba: “¿Verdad que a ti no te violaron?”.

Patricia trata, sin lograrlo, de contener el llanto.

“Yo hubiera esperado que me dijera: ‘No te preocupes, ya pasó’. Yo quería recargarme en él en ese instante, y eso nunca pasó”.

Patricia tiene 49 años y confiesa que, aún después de tantos años, no es capaz de llevar una vida sexual plena.

“¿Cómo podría disfrutar algo que antes me hacía feliz y que me destruyó?”, dice. Hoy, en esta entrevista, ha decidido revelar por primera vez los detalles de su abuso a sus seres queridos. “Ya es tiempo de que lo sepan todo”, dice.

Ella tenía 38 años cuando fue detenida en el mercado Belisario Domínguez en Texcoco. Después de ser arrestada arbitrariamente, torturada y abusada, estuvo en prisión dos años y ocho meses. Hoy todavía sufre hemorragias vaginales e hipertensión como consecuencia de la violación y los golpes recibidos durante su detención.

‘No somos las violadas de Atenco’

Claudia Hernández era estudiante de política en la Universidad Autónoma de México (UNAM) y documentaba en Atenco la represión de las fuerzas de seguridad estatales a los jornaleros que se oponían al proyecto del aeropuerto.

Después de ser brutalmente golpeada hasta quedar casi inconsciente, fue trasladada al Centro Preventivo y de Readaptación Social Santiaguito. En el trayecto a bordo de un autobús con decenas de mujeres golpeadas fue torturada sexualmente por un policía.

“Ese día marcó mi vida, y lo único que quería hacer después era lastimarme”, dice.

A Claudia la corrieron de la casa de estudiantes donde vivía, nunca logró terminar su tesis y perdió a su pareja.

“Me siento tan chiquita comparada con lo que era. Me pregunto: ‘¿Qué he hecho en estos diez años?’”, se pregunta Claudia, cuya complexión diminuta contrasta con la fuerza de su voz y de sus gestos. “Supongo que sobrevivir”.

Patricia Torres tenía 23 años y escribía su tesis sobre el movimiento social de protesta de los pueblos unidos de San Salvador Atenco. Su cuerpo quedó cubierto de moretones por la golpiza que le dieron cuando la detuvieron. También fue abusada por los policías.

Después de pasar varios días en la cárcel, bebía sin control, se volvió paranoica y terminó dejando la universidad. No recuerda mucho lo que hizo durante el primer año después de la agresión. Lo único que recuerda es lo que no hacía: no salía a la calle, no reía, no hablaba, no convivía.

“Me robaron mi carrera, mi sueño de ser académica. Pensaba que la culpa de todo lo que me pasó era de los libros, así que nunca quise volver a la universidad”, dice.

Ni Patricia ni Claudia ni Suhelen terminaron sus estudios.

Ana María Velasco, de 43 años, llora cuando recuerda lo mucho que disfrutaba bailar, y lo introvertida que ahora se reconoce.

Claudia Hernández dejó de ser una luchadora social.

Suhelen Cuevas no se volvió periodista.

Bárbara Italia Méndez no volvió a soñar con ser mamá.

Yolanda Muñoz, que es viuda y perdió su trabajo al salir de la cárcel, solo puede mandar a uno de sus cinco hijos a la universidad después de los gastos que tuvo que afrontar su familia para sacarla de prisión.

“Yo no tengo una carrera, ¿qué puedo hacer? Por mis antecedentes nadie me da una recomendación de trabajo,” dice Yolanda, quien fue detenida cuando iba a vender tela al mercado de Texcoco.

Incluso diez años después, la angustia, el estrés del proceso legal y el miedo a las represalias ocasionaron que los hijos de Cristina Sánchez se alejaran de ella y se mudaran de su casa hace apenas un par de meses.

“Me pedían que dejara de hablar y pensar en lo que pasó porque les afectaba mucho, les daba miedo lo que podría pasar y tristeza recordar lo que ya había sucedido”.

Pero la decisión de estas once mujeres de continuar con la batalla legal les confirió un nuevo sentido de vida y una forma —a veces liberadora— de lidiar con el dolor.

“Me di cuenta de que había encontrado el propósito de mi vida,” dice Bárbara Italia Méndez, quien ha compartido su experiencia en múltiples espacios públicos, y se ha vinculado con otras víctimas de tortura sexual en América Latina.

Su mirada inteligente se ve diáfana a través de sus lentes. Ella es consciente de su racionalización del dolor.

Como una hermandad, todas ellas han logrado usar su coraje y sufrimiento como combustible para persistir en la búsqueda por justicia y así lograr, finalmente, una rara victoria de rendición de cuentas.

“No somos las violadas de Atenco, somos las mujeres que sobrevivieron y superaron lo que pasó en Atenco, yo sigo siendo yo, no soy esa etiqueta”, dice Suhelen, quien hoy en día surfea todas las mañanas en su ciudad natal de Los Cabos, en Baja California.

¡Ninguna agresión sin respuesta!

wp-1467971803561.jpeg

Siempre hay malnacidos que piensan que la mujer debe estar a su servicio, que pueden disponer de ella aun en contra de su voluntad.

Siempre hay algún cobarde machito, que no llega a persona, que se escuda en la fiesta, en la multitud, en su superioridad física y numérica para atacar a una mujer indefensa.

Dejemos bien claro que quien se aprovecha de su superioridad y de su fuerza, quien  piensa que abusando de otros es más hombre, es sólo un gusano asqueroso, un despojo que no merece la consideración de persona; mostremos nuestra repulsa a semejantes alimañas y nuestro apoyo incondicional a sus víctimas.

Que ninguna agresión quede sin respuesta; como en Pamplona donde miles de personas abarrotaron la plaza del Ayuntamiento y sus aledaños, hicieron un alto en la fiesta para mostrar la más firme repulsa a la agresión sufrida por una muchacha esa madrugada, para dejar bien claro el rechazo total a cualquier agresión.

¡Contra las agresiones sexistas tolerancia cero!

¡No a cualquier tipo de violencia!

La fiesta es de todos y para todos, la fiesta es ante todo respeto a los demás.

Con respeto, con alegría e ilusión, disfrutemos de la fiesta y de la vida.

¡Que siga la fiesta!


.

Noticias relacionadas:

Los cinco presuntos agresores, uno de ellos guardia civil, se encuentran en los calabozos de Policía Municipal desde el día 7

Contra la violencia de género

Contra todo tipo de violencia.

Especialmente contra la violencia contra los más débiles

Y hoy especialmente contra la violencia de género; hoy y todos los demás días del año: no a la violencia, no a la violencia de género.

Hoy sí, hablaré no solo como persona sino como persona del sexo masculino, vulgarmente llamados hombres.

Hoy claramente diré la expresión: ¡estoy hasta los cojones! de tanto macho que se cree con derecho de usar y abusar de la mujer a su antojo.

¡Estoy hasta los cojones!, de tanto macho que se cree más hombre por ser más violento.

¡Estoy hasta los cojones! de tanto macho que no llega a hombre y además nos hace quedar mal, provocando que nos teman a todos por si fuésemos como ellos.

Hoy y todos los días, exijo respeto entre las personas y más todavía entre las personas de distinto sexo; respeto y amor.

Vaya desde aquí mi admiración, respeto y cariño para todas las mujeres y de manera muy especial para las mujeres víctimas de esa violencia por parte de los hombres, desgraciadamente por parte de quienes dicen amarlas cuando en realidad solo las quieren como propiedad, como capricho, como desahogo de sus peores instintos.

Mi condena de esa violencia junto con mi apoyo a todas esas víctimas y mi consejo de que no esperen a una segunda vez, a la primera agresión, ¡corta! ¡denuncia! no esperes que se convierta, que no lo hará, ni te acobardes,que es lo que tu verdugo espera.

En España, como figura en la barra lateral, está el teléfono de denuncia o de consulta, el 016, teléfono que no deja huella ni aparece en la factura por lo que nadie sabrá que lo usaste. ¡No lo dudes, seas víctima o testigo, llama!

Miles de abrazos y besos con todo mi amor para todas vosotras, me gustaría que pudiesen paliar un poquito el dolor por todas esas agresiones.

¡365 días contra la violencia sexista!

¡Tolerancia cero ante las agresiones!

 En caso de maltrato ¡No dudes en llamar! (Teléfono gratuito y que no deja rastro ni aparece en la factura)

Contra la violencia de género tolerancia cero.

Traigo este impactante cortometraje sobre la violencia de género que me ha dejado casi sin palabras.

No voy a comentar casi nada, simplemente os pido que respiréis profundamente y lo veáis reflexionando sobre el tema y sobre cuántas situaciones consideramos normales o de menor importancia o que no nos atañen porque «las cosas son así»…

Simplemente pido:

¡Tolerancia cero contra la violencia de género, desde el primer síntoma!

Pido disculpas si os hago pasar un mal rato, confío en que lo comprenderéis.

Entre la espalda y la pared

mexicanas-sufri-1625915

Sentada en el suelo, arrinconada en su habitacion, apretaba fuertemente su espalda contra la pared.

Porque entre su espalda y la pared se concentraban todos sus miedos, sus terrores más paralizantes; terror al futuro próximo personalizado en aquella figura amenazante ante ella.

Miedo al futuro no tan cercano condicionado primeramente a salir con vida del terrorífico presente.

Por eso apretaba fuertemente su espalda contra la pared.

Porque entre su espalda y la pared, juntamente con sus miedos se entrelazaban también sus esperanzas.

Con sus terrores la esperanza de un final inmediato, definitivo y trágico; con sus otros miedos la débil pero viva llama de esperanza en un nuevo futuro en libertad, con paz e incluso felicidad.

Seguía apretando su espalda contra la pared.

Entre la espalda y la pared… ¡Cuántos mundos!

Hoy vas a ser la mujer que te dé la gana de ser

«Hoy vas a comprender que el miedo

se puede romper de un solo portazo»

Hay que ser valiente para romper la opresión, para vencer el miedo que atenaza, para romper esa dependencia que dura años, esa sumisión y conformismo, para romper cadenas y conseguir la libertad.

Es terrible la situación ante los malos tratos y lo que es más terrible es la aceptación de la sociedad o como mínimo la pasividad de la mayoría ante los malos tratos, sobremanera en sus primeros estadios que son considerados como algo normal y solamente llegamos a condenar y considerar malos tratos los casos más graves y sobre todo físicos, cuando ya la situación es muchas veces irreversible y fatal.

Y es precisamente en estos primeros estadios, en esas situaciones que consideramos sin importancia, donde radica el peligro de considerar normal esos primeros casos de violencia, sobre todo psíquica, de control de la otra persona, de espionaje, de sometimiento sutil, negando esa imposición y disfrazándola de algo voluntario, de un deseo de agradar.

Esa insinuación o imposición sobre la forma de vestir (no el consejo sobre qué sería correcto en una situación especial), esas insinuaciones, imposiciones o prohibiciones sobre con quién hablar, con quién tratar, esa vigilancia del correo o teléfono y situaciones similares forman parte del maltrato psicológico y son las raíces donde van tomando fuerza los malos tratos; esos episodios de vejación, control, sometimiento, etc. no son algo gracioso ni algo sin importancia ni mucho menos algo que has causado tú porque lo que has hecho era una provocación.

Tengamos claro que es en estos primeros episodios donde debemos cortar por lo sano, sin esperar que «ya se pasarán» ni esperar a que la situación empeore porque entonces ya no tendrá remedio sencillo, estaremos ya atrapadas en esa situación y posiblemente sometidas, dependientes, asumiendo todo como mal menor, como inevitable.

Y siempre, siempre sea cual sea el grado de gravedad de la situación, la solución no es seguir adelante sometidas para evitar males mayores o por miedo a la soledad, al abandono, porque ese sometimiento y ese miedo provocan precisamente un mayor envalentonamiento del verdugo, una impunidad a sus desmanes.

Siempre es muy difícil sacar valor para denunciar, para cortar una relación afectiva que tiende a perdonar y hasta a justificar lo injustificable e incluso a considerarse causante o culpable de esa situación.

Es preciso dar ese paso tan duro, pedir ayuda y consejo para ello, acudir a profesionales y sobre todo estar seguras de que por difícil que se presente la vida después de la ruptura, nada será peor que ese infierno que quedará atrás al decidir dar ese paso.

Todas debemos implicarnos en luchar contra estas injusticias; mentalizándonos en que no hay malos tratos sin importancia, ni físicos ni psicológicos, advirtiendo o denunciando los malos tratos, apoyando, aconsejando y ayudando en la medida de nuestras posibilidades a las víctimas.

LOS MALOS TRATOS NUNCA PUEDEN JUSTIFICARSE, ni en la actitud de la víctima ni en ningún otro motivo.

Como llega el fin de semana, qué mejor que hacer todas estas reflexiones al ritmo de la música, decir ¡basta ya!, ¡desde hoy seré libre, soy libre! junto con Bebe y esta preciosa canción titulada «Ella»

Para todas vosotras, sobre todo para esas «ellas» víctimas que han decidido o desean dejar de serlo.

Feliz fin de semana para todas.

¡Cuidaos y procurad ser felices disfrutando de la vida!.

 

Ella (Bebe)

Ella sa cansao de tirar la toalla
se va quitando poco a poco telarañas
no ha dormido esta noche pero no está cansada
no mira ningún espejo pero se siente to’ guapa
Hoy ella sa puesto color en las pestañas
hoy le gusta su sonrisa, no se siente una extraña
hoy sueña lo que quiere sin preocuparse por nada
hoy es una mujé que se da cuenta de su alma

Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti
que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño
hoy vas a comprender
que el miedo se puede romper con un solo portazo.

Hoy vas a hacer reír
porque tus ojos se han cansado de ser llanto, de ser llanto…
hoy vas a conseguir
reírte hasta de ti y ver que lo has logrado
Hoy vas a ser la mujé
que te dé la gana de ser
hoy te vas a querer
como nadie ta sabío queré
hoy vas a mirar pa’lante
que pa atrás ya te dolió bastante
una mujé valiente, una mujé sonriente
mira como pasa
Hoy nasió la mujé perfecta que esperaban
ha roto sin pudore las reglas marcadas
hoy ha calzado tacone para hacer sonar sus pasos
hoy sabe que su vida nunca más será un fracaso

Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti
que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño
hoy vas a conquistar el cielo
sin mirar lo alto que queda del suelo
hoy vas a ser feliz aunque el invierno sea frío y sea largo, y sea largo…
hoy vas a conseguir
reírte hasta de ti y ver que lo has logrado…

Hoy vas a descubrir que el mundo es solo para ti
que nadie puede hacerte daño, nadie puede hacerte daño
hoy vas a comprender
que el miedo se puede romper con un solo portazo.
Hoy vas a hacer reír
porque tus ojos se han cansado de ser llanto, de ser llanto…
hoy vas a conseguir
reírte hasta de ti y ver que lo has logrado ohhhh…

.

Ante la violencia de género, tolerancia cero.

NO PERMITAS QUE TE CONTROLEN, NO PERMITAS QUE TE MALTRATEN. ANTE LA VIOLENCIA, TOLERANCIA CERO.

No olvidemos que la violencia es progresiva, a veces sutil, que va in crescendo hasta desembocar no en estas tragedias, porque las tragedias ya existen, sino en estas muertes, punto final de la tragedia aunque comienzo de otras como ocurre con las familias, con los hijos, etc. víctimas que lo continúan siendo sin que les hagamos el menor caso.

Por eso, ¡¡ante la violencia tolerancia cero!!

No permitas que te controlen, que decidan sobre tu forma de vestir, que controlen con quien vas o hablas ni  admitas la más mínima agresión, ya sea física o sicológica; corta al primer síntoma.

Y si no lo hiciste antes, ¡hazlo ya!, busca ayuda y no lo dudes; cada día que dejes pasar sólo empeorarás tu situación.

Para todas las que reciben malos tratos les dedico esta canción de Pasión Vega: María se bebe las calles»

(ya sé que publiqué sobre este tema el 25-11-2010, pero es un tema demasiado importante para olvidarlo)

María se bebe las calles (Pasión Vega) Seguir leyendo «Ante la violencia de género, tolerancia cero.»

Cuando desearías odiar, quiere con más fuerza.

«Quiéreme más cuando menos lo merezca,

¡será cuando más lo necesite!»

Una frase fácil de aprender, fácil de comprender pero qué difícil de recordar en los malos momentos y sobre todo qué difícil de practicar cuando somos nosotras las perjudicadas, las ofendidas (las víctimas, desde nuestro punto de vista), las que tenemos derecho en ese momento a sentir odio, deseo de venganza, desprecio… hacia quien nos ha ofendido.

Imagino que como a mí os habrá pasado alguna vez que en un mal momento hemos dado una mala contestación y recibido otra parecida y luego hemos pensado «si supiera cómo me encuentro comprendería mi mal humor» pero cuando la situación ha sido la inversa, ¿hemos comprendido su situación?

Qué difícil resulta en esos momentos pararse a pensar que la otra persona, culpable de nuestro enojo por su actitud, su silencio, sus palabras fuera de tono o sus actos, está precisamente en ese momento más necesitada de cariño, de comprensión, de consuelo, de compañía…

Ni tan siquiera somos capaces, lo digo por propia experiencia, de contenernos sin dar una mala réplica y contestar en el mismo tono desabrido en el que nos han hablado.

Cuánto menos capaces somos en esos momentos de ponernos en su lugar, de pensar qué motivos tiene para actuar así, motivos ajenos a nosotras, pues mucho menos pensamos que nosotras hemos podido contribuir también un poco a crear esa  situación.

Y si no somos capaces de lo anterior, cómo vamos a ser capaces de pensar que, al margen de quién es más culpable, en esos momentos necesita mucho más de nuestro cariño y siendo nosotras quienes lo sabemos, debemos cambiar nuestras ganas de malas contestaciones, desprecio o venganza por buenas palabras y más cariño todavía, tratando de comprender o aun no comprendiendo su situación, estar a su lado dándole lo que más necesita sin miedo a pasar por tontas o idiotas  por hacerlo así; recordad que «ser buena no es ser idiota aunque haya idiotas que lo confundan».

Cuánto mejor nos resultaría la vida si somos capaces de hacerlo, o al menos de intentarlo, con nuestras parejas, compañeras, amistades etc.

Me comprometo desde este momento al menos a intentarlo y os animo también a todas a hacer esta gimnasia mental para que llegado el momento podamos recordar esta máxima y actuar en consecuencia.

Si todas aportamos un granito podemos formar una montaña, podemos hacer que las relaciones humanas sean un poco mejores, al menos que no sea por no intentarlo.

Un abrazo cariñoso para todas, dos para quien lo intente. (quien lo consiga creo que puede repartirnos cariño y abrazos para todas.)

–ooOoo–

Quisiera hacer una aclaración: creo que esto se puede aplicar en «casi» todas las situaciones pues en caso de maltrato serio, físico o psicológico, lo que debemos hacer cuanto antes es recabar ayuda profesional y no ocultarlo ni tragárnoslo pues eso sólo puede conducir a consecuencias mucho más graves.

En España el servicio telefónico de ayuda en caso de maltrato es el 016, gratuito y que no deja rastro ni figura en la factura telefónica.

Me gustaría saber los servicios similares que hay en otros países de habla hispana, ya que hay algunas personas  de esos países que siguen este blog,  para poder ponerlo aquí visible y que pueda servir en esos casos tan delicados.

Violencia de género, víctimas de 3ª clase

Dicen que hoy se celebra el día contra el maltrato.

No me gusta el día contra la violencia de género ni siquiera el día de..

Un día al año para recordar una lacra social, para que todos hablemos de ello.. y el resto del año? Nadie lo tiene en cuenta día a día, solamente cuando ocurre alguna muerte porque eso vende prensa y da cuota en televisión y ya de paso aprovechamos para solicitar aumento de las penas y hasta la pena de muerte que eso queda por lo visto muy chic y además da muchos votos; pero de educar para prevenir, de atención a las víctimas nada de nada, eso es costoso y ya se ha pasado el momento oportuno para las fotos.

Decía Lidia Falcón que si cada año hubiese más de 60 víctimas mortales por el terrorismo los mecanismos de prevención y de castigo serían mucho más contundentes.

Y yo añado: las atenciones a las víctimas, a sus familias y el presupuesto económico serían también mucho mayores así como el afán de acaparar atenciones y de influencia en la sociedad y en la política.

Pero hay que partir de que las víctimas de violencia de género son víctimas de 3ª clase. Las víctimas de terrorismo son en general, como diría un amigo, «gentes de bien» no así estas otras víctimas que se quedan en general en «gente buena» sin más importancia social.

Pero sigamos con el día a día: el «día de..» se hacen manifestaciones masivas en contra de la violencia, manifestaciones de los personajes públicos ante la prensa, etc. pero el día a día nos olvidamos salvo cuando acontece la desgracia que nos llevamos las manos a la cabeza diciendo que hay que acabar con esta situación, llenamos de titulares prensa y televisión dándole no más importancia sino más morbo.

Pero nos olvidamos que hay una violencia progresiva, a veces sutil, que va in crescendo hasta desembocar no en estas tragedias porque las tragedias ya existen sino en estas muertes, punto final de la tragedia aunque comienzo de otras como ocurre con las familias, con los hijos, etc. víctimas que lo continúan siendo sin que les hagamos el menor caso.

Y mientras también nos parece normal y a algunos hasta gracioso, que indeseables, a mi entender, manifiesten en público  sus apetencias sexuales con menores, su desprecio del otro sexo (en general la mujer) y hasta sean justificados y defendidos por otros personajes públicos.

Y consentimos el lenguaje sexista, las actitudes y las situaciones «de menor importancia» de violencia, de control, etc. siendo estas actitudes y actos la simiente y el caldo de cultivo que llevan a esas grandes tragedias.

Mientras no atajemos el problema en la raíz, cambiando el chip, con la educación, será casi imposible de erradicar cuando se va agravando la situación.

Por eso me parece muy importante las iniciativas como la organización «Por los buenos tratos» de Navarra con su campaña «No controles mis sentidos» pues creo que se trata de educar, de sensibilizar y de saber dónde comienza a generarse esta violencia y por supuesto no dejar pasar ni una, no dejar que vaya a más.

Habría que seguir hablando mucho más, matizar mucho más pero no quiero abusar de quien me lea.

Sólo volver a decir que no me gusta hablar de mujeres o de hombres sino de personas y aun cuando en este asunto son las mujeres las que necesitan más atención, las que más casos ocupan como víctimas al menos mortales, no hay que olvidarse de que los hombres son también en muchos casos víctimas aunque en menos casos o al menos no de tan fatales resultados.

Día de la violencia de género: NO ADMITAS QUE TE CONTROLEN, NO ADMITAS QUE TE MALTRATEN. ANTE LA VIOLENCIA, TOLERANCIA CERO.

Teléfono de atención por maltrato: 016