El otro yo. (Mario Benedetti)

Mi querida Bruji me envía este montaje del cuento de Mario Benedetti titulado «El otro yo».  Gracias Brujita. Besoss con todo mi cariño.

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El Otro Yo
(La muerte y otras sorpresas, 1968)
Se trataba de un muchacho corriente: en los pantalones se le formaban rodilleras, leía historietas, hacía ruido cuando comía, se metía los dedos a la naríz, roncaba en la siesta, se llamaba Armando Corriente en todo menos en una cosa: tenía Otro Yo.
El Otro Yo usaba cierta poesía en la mirada, se enamoraba de las actrices, mentía cautelosamente , se emocionaba en los atardeceres. Al muchacho le preocupaba mucho su Otro Yo y le hacía sentirse imcómodo frente a sus amigos. Por otra parte el Otro Yo era melancólico, y debido a ello, Armando no podía ser tan vulgar como era su deseo.
Una tarde Armando llegó cansado del trabajo, se quitó los zapatos, movió lentamente los dedos de los pies y encendió la radio. En la radio estaba Mozart, pero el muchacho se durmió. Cuando despertó el Otro Yo lloraba con desconsuelo. En el primer momento, el muchacho no supo que hacer, pero después se rehizo e insultó concienzudamente al Otro Yo. Este no dijo nada, pero a la mañama siguiente se habia suicidado.
Al principio la muerte del Otro Yo fue un rudo golpe para el pobre Armando, pero enseguida pensó que ahora sí podría ser enteramente vulgar. Ese pensamiento lo reconfortó.
Sólo llevaba cinco días de luto, cuando salió a la calle con el propósito de lucir su nueva y completa vulgaridad. Desde lejos vio que se acercaban sus amigos. Eso le lleno de felicidad e inmediatamente estalló en risotadas. Sin embargo, cuando pasaron junto a él, ellos no notaron su presencia. Para peor de males, el muchacho alcanzó a escuchar que comentaban: “Pobre Armando. Y pensar que parecía tan fuerte y saludable”.
El muchacho no tuvo más remedio que dejar de reír y, al mismo tiempo, sintió a la altura del esternón un ahogo que se parecía bastante a la nostalgia. Pero no pudo sentir auténtica melancolía, porque toda la melancolía se la había llevado el Otro Yo.

La otra «Yo»

Todas las personas tenemos una máscara exterior, una imagen conocida por todas las que nos rodean, unas características y una forma de comportarnos por las que los demás creen conocernos, la que nos identifica públicamente pero que siempre es posible cambiar pues es solamente una parte de lo que somos, está formada por aquellas características que queremos enseñar o que las circunstancias, propias o ajenas, nos fuerzan a mostrar.

Pero además tenemos otra faceta, otra cara que no es una máscara, que no podemos quitarnos, únicamente podemos ocultarla bajo la otra máscara para que no nos reconozcan como somos en realidad, salvo aquellas personas que se interesan por lo que hay bajo la máscara ficticia, aquellas a las que queremos mostrar nuestro interior, nuestra esencia, nuestros sentimientos y sentires, nuestra verdadera personalidad o persona, nuestra intimidad, nuestra alma.

No pensemos que podemos prescindir de esa otra persona, la otra yo, en realidad la auténtica yo, puesto que la «yo» pública no es «otra» sino que está formada por parte de la «yo» auténtica, la parte que queremos mostrar, aunque añadamos al disfraz diversos complementos, poses, comportamientos, etc., para que resulte al fin esa imagen pública que mostramos.

 Es ese «alter ego», esa otra «yo», la auténtica, a la que debemos cuidar y alimentar espiritualmente y dejarle expresarse, asomarse más y más fuera de ese disfraz de contención, de ese disfraz de circunstancias y conveniencia.

Como bien lo expresa Benedetti, son dos personalidades indisolubles, en realidad una sola persona, de tal forma que si una crece también lo hace la otra y si una muere, mueren las dos.

Os dejo con el gran maestro Mario Benedetti y su poema «El otro Yo».

¡Cuidaos, vivid la vida y procurad ser felices!

Y no olvidemos que la felicidad consiste en gran parte en dejar manifestarse al yo interior, en eliminar en lo posible esa máscara y ese disfraz y manifestarnos al exterior como somos en el interior, manifestar nuestros sentimientos, nuestros anhelos, nuestros valores de todo tipo (aunque yo no lo haga).

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El otro Yo     (tomado de Radio Saudade)

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