¡JUSTICIA!

Lo siento; hoy rompo las normas: como ya he comentado alguna vez, me propuse que este blog iba a ser un remanso donde descansar de las injusticias y abusos de la vida diaria, para eso ya tenía otros blogs, pero hay ocasiones que es difícil abstraerse y que las injusticias y abusos no te salpiquen todo tu ser.

Por eso y aun siendo viernes, habitualmente de disfrute musical, no puedo menos que traer este artículo sobre los abusos, contra las mujeres principalmente, en México hace diez años. Lo peor de todo es que no es un caso aislado sino que por desgracia día a día se machaca y se oprime de mil formas a cual más cruel a los débiles cuyo escalón más bajo son las mujeres pero precisamente por demostrar su fortaleza y valentía al no dejarse robar, ningunear, abusar, por parte de los poderes económicos y públicos con tal impunidad que incluso como en este caso, el principal culpable ocupa luego la presidencia del país..

¡Mi homenaje y admiración por todas ellas, de cualquier raza y en cualquier país!

 

A Yolanda Muñoz la detuvieron en la azotea de una casa y la pusieron de rodillas. A su lado había una pila de cuerpos amontonados, golpeados y ensangrentados.

Todavía recuerda las botas negras de sus agresores, el encono de sus golpes: casi siempre pegaban en la espalda y en la cabeza, dice.

Los policías la subieron a un autobús tipo escolar junto a otras mujeres y hombres que, al igual que ella, creían que iban a morir. Y en cierto sentido no se equivocaba: en ese viaje de cinco horas que hicieron desde Texcoco —un municipio en las afueras de Ciudad de México— a distintas cárceles, a muchas de las detenidas les mataron una parte de ellas mismas.

A algunas le mordieron los senos, les pellizcaron los pezones. A una mujer la obligaron a darle sexo oral a varios policías. A otras las penetraron con los dedos o con objetos. Mientras los policías las golpeaban, las manoseaban y las denigraban, algunas eran forzadas a contar chistes para entretenerlos. A Yolanda Muñoz le hicieron mantener el equilibrio mientras sostenía una granada falsa en las manos.

Ella es una de las víctimas de las detenciones arbitrarias y torturas sexuales cometidas por fuerzas del Estado mexicano en mayo de 2006, cuando el entonces gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, ordenó un operativo para reprimir a un grupo de manifestantes.

Tras una exhaustiva investigación de años, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) dictaminó que el gobierno mexicano no solo fue incapaz de otorgarles justicia a estas mujeres, sino que ese mismo sistema de justicia quebrado muchas veces persigue a sus propias víctimas. En su dictamen, la CIDH también exhortó a realizar una investigación completa para determinar a todos los responsables, y un posible encubrimiento de los hechos.

The New York Times entrevistó a las once mujeres que consiguieron que el caso trascendiera las fronteras de México —algunas de las cuales hablaron por primera vez públicamente sobre los abusos que sufrieron hace diez años—, que relataron el trauma y el dolor con el que han convivido desde entonces.

El operativo policial del 3 y 4 de mayo del 2006 tenía como fin acabar con un movimiento de protesta que había nacido de la oposición al proyecto de un nuevo aeropuerto en San Salvador Atenco —a unos 50 kilómetros de Ciudad de México—, pero se había convertido en catalizador de otras luchas de reivindicación social.

La represión ordenada por el gobierno terminó con la muerte de dos personas, más de 200 detenciones y decenas de heridos graves. Los agentes de seguridad que participaron fueron acusados, entre otras violaciones a los derechos humanos, de torturar sexualmente a más de 20 mujeres.

Once de ellas decidieron denunciar los hechos y luchar por justicia, pero se vieron obligadas a llevar su caso a una instancia internacional después de toparse con trabas en la investigación de sus denuncias, e incluso con la difamación de autoridades locales, incluyendo al entonces gobernador Enrique Peña Nieto.

En junio de 2006, un mes después de los hechos, Peña Nieto llegó a declarar a la prensa que la “fabricación” de acusaciones era una táctica conocida de grupos radicales, y que ese podía ser el caso de las mujeres que denunciaban violaciones por parte de la policía, con el objetivo de desacreditar al gobierno.

Más de una década después, la CIDH no solo ha emitido su dictamen a favor de las víctimas, sino que el sábado pasado envió el caso a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que podría obligar al Estado mexicano a establecer responsabilidades en toda la cadena de mando involucrada en los hechos, lo que incluye al entonces gobernador del estado que ordenó el operativo, hoy presidente de México.

La oficina del presidente ha dicho por su parte que la CIDH no responsabilizó a Peña Nieto ni lo ha nombrado explícitamente como un objetivo de la investigación. Más allá de eso, sostienen, los casos judiciales en México nunca lo han hecho responsable de las agresiones sexuales a las mujeres.

‘Me quitaron la mitad de mi vida’

Suhelen Cuevas soñaba con ser periodista y llegó a San Salvador Atenco el 4 de mayo del 2006 para cubrir los enfrentamientos que habían ocurrido la noche anterior en el municipio.

Edith Rosales era asistente médica, tenía 48 años, y había llegado a Atenco con una brigada de auxilio para atender a los heridos de la noche del 3 de mayo.

Norma Jiménez y Claudia Hernández eran estudiantes, y estaban allí para documentar lo sucedido: Norma para la revista “Cuadernos Feministas”, Claudia para estudiar movimientos sociales.

Patricia Torres también era estudiante: estaba escribiendo su tesis sobre el movimiento social de protesta en Atenco.

Bárbara Italia Méndez había llegado allí con una organización que atiende a menores en riesgo.

Cristina Sánchez acompañaba a sus hijos a la escuela y se dirigió después al mercado a realizar compras. Ana María Velasco había ido al mercado de Texcoco para hacer unas compras con su hermano y su cuñada. Yolanda Muñoz iba con su hijo caminando por la calle rumbo a Texcoco.

Patricia Romero había llegado al mercado Belisario Domínguez para trabajar con su hijo y su padre en el negocio familiar que tenían allí.

Mariana Selvas acompañaba a su padre a ofrecer sus servicios médicos en San Salvador Atenco.

Ese fue, para cada una de ellas, el último momento en que fueron tal como eran, antes de que sus biografías se partieran en dos.

De las más de 20 mujeres que fueron apresadas y torturadas sexualmente durante los enfrentamientos en mayo de 2006, las once que decidieron seguir con sus casos y llevarlos hasta una instancia internacional no solo comparten una misma lucha para que se reconozcan —y se castiguen— los abusos cometidos, sino también el intento por recuperar el control de sus vidas.

En la última década algunas de ellas encontraron en esta cruzada un nuevo propósito. Varias, con el apoyo de sus seres queridos, lograron salir adelante y continuar. Otras no corrieron con la misma suerte.

Algunas dejaron de estudiar y abandonaron sus proyectos. Perdieron parejas, inclusos sus hijos se alejaron de ellas, o sus seres queridos no lograron entender nunca ni adaptarse al trauma tan particular de una víctima de tortura sexual.

Para todas ellas la intimidad sexual es, en el mejor de los casos, un desafío; en los peores días, un suplicio.

A sus 30 años, prácticamente el único contacto físico que Suhelen puede mantener con naturalidad con su pareja es tomarse de la mano.

“Me quitaron la mitad de mi vida”, dice hoy, en la primera entrevista que da a algún medio desde que fue detenida y abusada por policías cuando era una estudiante de 19 años.

Sus ojos azul intenso se empañan con lágrimas, pero de pronto se abren de emoción y gratitud con la rapidez de la euforia: al menos vivió para contarlo, dice.

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De izquierda a derecha, arriba: Patricia Torres Linares, 33 años; Norma Jiménez Osorio, 33 años; María Patricia Romero Hernández, 48 años, y Mariana Selvas Gómez, 32 años. De izquierda a derecha, abajo: Yolanda Muñoz Diosdada, 56 años; Cristina Sanchez Hernández, 50 años; Edith Rosales Gutiérrez, 60 años, y Claudia Hernandez Martinez, 33 años. Credit Fotografías por Daniel Berehulak

‘No me atreví a decírselos’

“Es como si te hubieran matado”, dice Mariana Selvas, que al momento de ser detenida tenía 22 años y era estudiante de Etnología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia. “Y puedes quedarte muerto en vida con el miedo, con el dolor que no se quita, con el recuerdo, o puedes, aun con lo que pasó, tratar de encontrar un camino y la fuerza, tratar de vivir aun sin quitarte aquello que te mató en ese momento”.

Mariana fue detenida, golpeada, torturada sexualmente y tuvo que permanecer en la cárcel un año y ocho meses.

Después de haber sido abusadas durante el operativo, estas mujeres pasaron en prisión desde ocho días hasta dos años y ocho meses, acusadas por delitos que iban desde ataques a las vías de comunicación o ultraje y portación de armas hasta uso de explosivos y secuestro equiparado.

En estos años aprendieron que en un país donde el machismo atraviesa conductas sociales y culturales, el hecho de haber sido violadas sexualmente constituye una doble carga, un doble estigma. Y también una doble soledad.

Para Norma Jiménez seguir con el caso le ganó el rechazo de su padre, quien trata de desalentarla de continuar la batalla legal.

“Lo avergüenza”, dice.

A Patricia Romero, la vergüenza y el dolor de haber sido abusada sexualmente por varios policías le impidió compartir lo que le había sucedido con su padre y su hijo, que también fueron detenidos ese día, por miedo a causarles más daño.

“No me atreví a decírselos, los hubiera matado”, dice.

“Todavía recuerdo las voces de los tres o cuatro policías. Me acuerdo de cada detalle, los gemidos, el jaloneo. Todo es tan difícil”.

Tampoco tuvo la confianza para decírselo entonces a su esposo, ya que este en distintas ocasiones le preguntaba: “¿Verdad que a ti no te violaron?”.

Patricia trata, sin lograrlo, de contener el llanto.

“Yo hubiera esperado que me dijera: ‘No te preocupes, ya pasó’. Yo quería recargarme en él en ese instante, y eso nunca pasó”.

Patricia tiene 49 años y confiesa que, aún después de tantos años, no es capaz de llevar una vida sexual plena.

“¿Cómo podría disfrutar algo que antes me hacía feliz y que me destruyó?”, dice. Hoy, en esta entrevista, ha decidido revelar por primera vez los detalles de su abuso a sus seres queridos. “Ya es tiempo de que lo sepan todo”, dice.

Ella tenía 38 años cuando fue detenida en el mercado Belisario Domínguez en Texcoco. Después de ser arrestada arbitrariamente, torturada y abusada, estuvo en prisión dos años y ocho meses. Hoy todavía sufre hemorragias vaginales e hipertensión como consecuencia de la violación y los golpes recibidos durante su detención.

‘No somos las violadas de Atenco’

Claudia Hernández era estudiante de política en la Universidad Autónoma de México (UNAM) y documentaba en Atenco la represión de las fuerzas de seguridad estatales a los jornaleros que se oponían al proyecto del aeropuerto.

Después de ser brutalmente golpeada hasta quedar casi inconsciente, fue trasladada al Centro Preventivo y de Readaptación Social Santiaguito. En el trayecto a bordo de un autobús con decenas de mujeres golpeadas fue torturada sexualmente por un policía.

“Ese día marcó mi vida, y lo único que quería hacer después era lastimarme”, dice.

A Claudia la corrieron de la casa de estudiantes donde vivía, nunca logró terminar su tesis y perdió a su pareja.

“Me siento tan chiquita comparada con lo que era. Me pregunto: ‘¿Qué he hecho en estos diez años?’”, se pregunta Claudia, cuya complexión diminuta contrasta con la fuerza de su voz y de sus gestos. “Supongo que sobrevivir”.

Patricia Torres tenía 23 años y escribía su tesis sobre el movimiento social de protesta de los pueblos unidos de San Salvador Atenco. Su cuerpo quedó cubierto de moretones por la golpiza que le dieron cuando la detuvieron. También fue abusada por los policías.

Después de pasar varios días en la cárcel, bebía sin control, se volvió paranoica y terminó dejando la universidad. No recuerda mucho lo que hizo durante el primer año después de la agresión. Lo único que recuerda es lo que no hacía: no salía a la calle, no reía, no hablaba, no convivía.

“Me robaron mi carrera, mi sueño de ser académica. Pensaba que la culpa de todo lo que me pasó era de los libros, así que nunca quise volver a la universidad”, dice.

Ni Patricia ni Claudia ni Suhelen terminaron sus estudios.

Ana María Velasco, de 43 años, llora cuando recuerda lo mucho que disfrutaba bailar, y lo introvertida que ahora se reconoce.

Claudia Hernández dejó de ser una luchadora social.

Suhelen Cuevas no se volvió periodista.

Bárbara Italia Méndez no volvió a soñar con ser mamá.

Yolanda Muñoz, que es viuda y perdió su trabajo al salir de la cárcel, solo puede mandar a uno de sus cinco hijos a la universidad después de los gastos que tuvo que afrontar su familia para sacarla de prisión.

“Yo no tengo una carrera, ¿qué puedo hacer? Por mis antecedentes nadie me da una recomendación de trabajo,” dice Yolanda, quien fue detenida cuando iba a vender tela al mercado de Texcoco.

Incluso diez años después, la angustia, el estrés del proceso legal y el miedo a las represalias ocasionaron que los hijos de Cristina Sánchez se alejaran de ella y se mudaran de su casa hace apenas un par de meses.

“Me pedían que dejara de hablar y pensar en lo que pasó porque les afectaba mucho, les daba miedo lo que podría pasar y tristeza recordar lo que ya había sucedido”.

Pero la decisión de estas once mujeres de continuar con la batalla legal les confirió un nuevo sentido de vida y una forma —a veces liberadora— de lidiar con el dolor.

“Me di cuenta de que había encontrado el propósito de mi vida,” dice Bárbara Italia Méndez, quien ha compartido su experiencia en múltiples espacios públicos, y se ha vinculado con otras víctimas de tortura sexual en América Latina.

Su mirada inteligente se ve diáfana a través de sus lentes. Ella es consciente de su racionalización del dolor.

Como una hermandad, todas ellas han logrado usar su coraje y sufrimiento como combustible para persistir en la búsqueda por justicia y así lograr, finalmente, una rara victoria de rendición de cuentas.

“No somos las violadas de Atenco, somos las mujeres que sobrevivieron y superaron lo que pasó en Atenco, yo sigo siendo yo, no soy esa etiqueta”, dice Suhelen, quien hoy en día surfea todas las mañanas en su ciudad natal de Los Cabos, en Baja California.

¡Ninguna agresión sin respuesta!

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Siempre hay malnacidos que piensan que la mujer debe estar a su servicio, que pueden disponer de ella aun en contra de su voluntad.

Siempre hay algún cobarde machito, que no llega a persona, que se escuda en la fiesta, en la multitud, en su superioridad física y numérica para atacar a una mujer indefensa.

Dejemos bien claro que quien se aprovecha de su superioridad y de su fuerza, quien  piensa que abusando de otros es más hombre, es sólo un gusano asqueroso, un despojo que no merece la consideración de persona; mostremos nuestra repulsa a semejantes alimañas y nuestro apoyo incondicional a sus víctimas.

Que ninguna agresión quede sin respuesta; como en Pamplona donde miles de personas abarrotaron la plaza del Ayuntamiento y sus aledaños, hicieron un alto en la fiesta para mostrar la más firme repulsa a la agresión sufrida por una muchacha esa madrugada, para dejar bien claro el rechazo total a cualquier agresión.

¡Contra las agresiones sexistas tolerancia cero!

¡No a cualquier tipo de violencia!

La fiesta es de todos y para todos, la fiesta es ante todo respeto a los demás.

Con respeto, con alegría e ilusión, disfrutemos de la fiesta y de la vida.

¡Que siga la fiesta!


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Contra la violencia de género

Contra todo tipo de violencia.

Especialmente contra la violencia contra los más débiles

Y hoy especialmente contra la violencia de género; hoy y todos los demás días del año: no a la violencia, no a la violencia de género.

Hoy sí, hablaré no solo como persona sino como persona del sexo masculino, vulgarmente llamados hombres.

Hoy claramente diré la expresión: ¡estoy hasta los cojones! de tanto macho que se cree con derecho de usar y abusar de la mujer a su antojo.

¡Estoy hasta los cojones!, de tanto macho que se cree más hombre por ser más violento.

¡Estoy hasta los cojones! de tanto macho que no llega a hombre y además nos hace quedar mal, provocando que nos teman a todos por si fuésemos como ellos.

Hoy y todos los días, exijo respeto entre las personas y más todavía entre las personas de distinto sexo; respeto y amor.

Vaya desde aquí mi admiración, respeto y cariño para todas las mujeres y de manera muy especial para las mujeres víctimas de esa violencia por parte de los hombres, desgraciadamente por parte de quienes dicen amarlas cuando en realidad solo las quieren como propiedad, como capricho, como desahogo de sus peores instintos.

Mi condena de esa violencia junto con mi apoyo a todas esas víctimas y mi consejo de que no esperen a una segunda vez, a la primera agresión, ¡corta! ¡denuncia! no esperes que se convierta, que no lo hará, ni te acobardes,que es lo que tu verdugo espera.

En España, como figura en la barra lateral, está el teléfono de denuncia o de consulta, el 016, teléfono que no deja huella ni aparece en la factura por lo que nadie sabrá que lo usaste. ¡No lo dudes, seas víctima o testigo, llama!

Miles de abrazos y besos con todo mi amor para todas vosotras, me gustaría que pudiesen paliar un poquito el dolor por todas esas agresiones.

¡365 días contra la violencia sexista!

¡Tolerancia cero ante las agresiones!

 En caso de maltrato ¡No dudes en llamar! (Teléfono gratuito y que no deja rastro ni aparece en la factura)

Todos los hombres sois iguales

«Todos los hombres sois iguales», » todas las mujeres sois iguales», «los hombres siempre piensan en lo mismo», «mujer tenía que ser»

Son expresiones sexistas que odio.

Ni todos los hombres ni todas las mujeres somos iguales, ni todos los hombres piensan igual ni todas las personas somos iguales; es más todas las personas somos diferentes, no hay dos personas iguales.

Puede haber características más habituales entre las mujeres y otras más habituales entre los hombres pero no hay características de carácter propias y exclusivas de hombres ni otras propias y exclusivas de mujeres. Ni siquiera podemos decirque a todos los hombres les atraen las mujeres ni a todas las mujeres les atraen los hombres.

Entonces por qué nos empeñamos en mantener esas expresiones totalmente sexixtas y además lo hacemos más cuando se trata de defectos, cuando queremos fastidiar.

Ya está bien! Comencemos de una vez por todas a olvidarnos de la discriminación por sexos y a hablar de personas, todas diferentes y únicas, sólo iguales en derechos y obligaciones.

Considerémonos pues como personas, cada una con sus cualidades, virtudes y defectos, con sus características propias, con sus sentimientos y gustos propios y diferentes de los demás aunque a veces sean coincidentes.

Desterremos el sexismo, también del lenguaje.

Mis mejores deseos para todas vosotras, las personas que me leéis en estos momentos.

Para todas, un abrazo.


Violencia de género, víctimas de 3ª clase

Dicen que hoy se celebra el día contra el maltrato.

No me gusta el día contra la violencia de género ni siquiera el día de..

Un día al año para recordar una lacra social, para que todos hablemos de ello.. y el resto del año? Nadie lo tiene en cuenta día a día, solamente cuando ocurre alguna muerte porque eso vende prensa y da cuota en televisión y ya de paso aprovechamos para solicitar aumento de las penas y hasta la pena de muerte que eso queda por lo visto muy chic y además da muchos votos; pero de educar para prevenir, de atención a las víctimas nada de nada, eso es costoso y ya se ha pasado el momento oportuno para las fotos.

Decía Lidia Falcón que si cada año hubiese más de 60 víctimas mortales por el terrorismo los mecanismos de prevención y de castigo serían mucho más contundentes.

Y yo añado: las atenciones a las víctimas, a sus familias y el presupuesto económico serían también mucho mayores así como el afán de acaparar atenciones y de influencia en la sociedad y en la política.

Pero hay que partir de que las víctimas de violencia de género son víctimas de 3ª clase. Las víctimas de terrorismo son en general, como diría un amigo, «gentes de bien» no así estas otras víctimas que se quedan en general en «gente buena» sin más importancia social.

Pero sigamos con el día a día: el «día de..» se hacen manifestaciones masivas en contra de la violencia, manifestaciones de los personajes públicos ante la prensa, etc. pero el día a día nos olvidamos salvo cuando acontece la desgracia que nos llevamos las manos a la cabeza diciendo que hay que acabar con esta situación, llenamos de titulares prensa y televisión dándole no más importancia sino más morbo.

Pero nos olvidamos que hay una violencia progresiva, a veces sutil, que va in crescendo hasta desembocar no en estas tragedias porque las tragedias ya existen sino en estas muertes, punto final de la tragedia aunque comienzo de otras como ocurre con las familias, con los hijos, etc. víctimas que lo continúan siendo sin que les hagamos el menor caso.

Y mientras también nos parece normal y a algunos hasta gracioso, que indeseables, a mi entender, manifiesten en público  sus apetencias sexuales con menores, su desprecio del otro sexo (en general la mujer) y hasta sean justificados y defendidos por otros personajes públicos.

Y consentimos el lenguaje sexista, las actitudes y las situaciones «de menor importancia» de violencia, de control, etc. siendo estas actitudes y actos la simiente y el caldo de cultivo que llevan a esas grandes tragedias.

Mientras no atajemos el problema en la raíz, cambiando el chip, con la educación, será casi imposible de erradicar cuando se va agravando la situación.

Por eso me parece muy importante las iniciativas como la organización «Por los buenos tratos» de Navarra con su campaña «No controles mis sentidos» pues creo que se trata de educar, de sensibilizar y de saber dónde comienza a generarse esta violencia y por supuesto no dejar pasar ni una, no dejar que vaya a más.

Habría que seguir hablando mucho más, matizar mucho más pero no quiero abusar de quien me lea.

Sólo volver a decir que no me gusta hablar de mujeres o de hombres sino de personas y aun cuando en este asunto son las mujeres las que necesitan más atención, las que más casos ocupan como víctimas al menos mortales, no hay que olvidarse de que los hombres son también en muchos casos víctimas aunque en menos casos o al menos no de tan fatales resultados.

Día de la violencia de género: NO ADMITAS QUE TE CONTROLEN, NO ADMITAS QUE TE MALTRATEN. ANTE LA VIOLENCIA, TOLERANCIA CERO.

Teléfono de atención por maltrato: 016

400 años de la quema de ‘sorgiñas’

Dedicado con cariño a todas las buenas brujas y curanderas que tanto bien han repartido a lo largo de siglos (y brujos y curanderos, claro!) y a tod@s l@s que en la actualidad seguís teniendo poco o mucho de eso.  Amalaidea

Cuarto centenario de la quema de ‘sorgiñas’

POR ARANTZAZU AMEZAGA IRIBARREN.

(*) CONCEJALA NABAI/EGUESIBAR – Miércoles, 3 de Noviembre de 2010

Hace 400 años ocurrió, en Logroño, el abominable acto de la quema de brujas. Y lo recordamos en su crudeza: se arrestaba, sin precaución sobre el informante, torturaba y vejaba al sospechoso de brujería, hasta el límite preciso en que toda confesión resultaba buena para los fines expiatorios. Conseguido eso, se obligaba al reo a una humillación pública entre las que se puede contar su tránsito en burro desde la cárcel al patíbulo, despojado de cualquier consideración humanitaria. Se le ofendía hasta el mismo momento de su muerte, en la que un sacerdote, antes de que el verdugo echara fuego a los haces de paja apiñados a la estaca donde se le ataba, le preguntaba si quería retractarse.

Como hubo quienes no lo hicieron, en favor de sus almas, se procedía a tostarlos. De la hoguera al infierno, en un momento. El Brujo de Bargota, famoso, entre otras cosas, por cargar nieve en su capa en plena canícula de agosto, se retractó, llevando por un tiempo un Sanbenito, mientras que su compañera Andregoto, de Viana, que no dio marcha atrás, murió quemada, junto a otros miembros de la acusada secta de brujos/as. Se dice que se escuchaban sus gritos lastimeros, pidiendo misericordia a Dios, ya que los Tribunales de la Inquisición se la negaron.

Este acontecimiento que se centra en Navarra principalmente, y también en Laburdi donde hubo un tal Pierre Lancre al que podríamos clasificar de exterminador, es un hecho que afectó a una mayoría de mujeres, y que hizo que la palabra akelarre (campo del macho cabrío) pasara del euskara a los idiomas europeos, como definición de la nigromancia, así como el diseño del traje, sombrero, configuración facial de las brujas y el ritual practicado. Y las cuevas de Zugarramurdi (símbolo del útero femenino), magnífico espacio natural, quedaron detalladas como hábitat de una orgía diabólica, poco conforme a los cánones del cristianismo imperante. Se adoraba al demonio, personalizado en el macho cabrío, se daba vueltas de izquierda a derecha, en sentido contrario a las corrientes establecidas, se oficiaba una misa negra.

Poco de eso puede demostrarse, ni aun con las torturas que se efectuaron, y que dejaron testimonios confusos de gente paranoica y, en algún inquisidor, notable es esto, dudas sobre la veracidad de los sucedidos. Debió de haber jolgorio: se bailaba en un círculo en torno al fuego, más consonante con las ideas de Galileo Galilei que con las que mantenía la Iglesia de una tierra estática en el espacio, a la cual le daba vueltas el sol, y que se bebían ciertos caldos condimentados con hierbas como la belladona y la mandrágora, a la que añadían excreciones de sapos, abundantes en la zona, y que potenciaban el logro alucinógeno.

Las noches de luna llena eran especiales para el akelarre. Se invocaba, quizá, a Mari, la tierra, la gran madre, sustrato pagano que se intentaba aniquilar. Las sorgiñas hablaban un idioma que no entendían los sesudos tribunos de la Inquisición, y sabían, porque eran obreras del baserri, del uso de las hierbas que paliaban las terribles enfermedades de su tiempo. Sería difícil determinar quién remediaba mejor, si los llamados médicos sacamuelas o las mujeres herbolarias.

Pero los inquisidores decidieron acabar con lo temible que representaban el poder femenino, y ejecutarlas, para frenar un avance que resultaba molesto para los fines últimos, es decir, mantener el poder, sea religioso, sea en el caso de Navarra, también político. A no olvidar que uno de los rumores extendidos, que quizá se convirtió en cargo, era que volaban en vuelo rasante, enmudeciendo las campanas de las iglesias, desde lo alto del Auñamendi, sobre el Atlántico, para consolar la soledad de los arrantzales, en Terranova. Nadie, al parecer, tuvo la curiosidad de investigar el hecho portentoso del poder del vuelo que unas mujeres detentaban. Por la estrecha idea de que lo pudieran hacer, fueron tostadas.

El sábado 6, conmemorando los 400 años del suceso luctuoso, en Zugarramurdi, se prenderán velas, fabricada con la cera de panales autóctonos, para reivindicar a las mujeres sacrificadas y recuperarlas de la memoria histórica, expiando el pecado que se cometió contra ellas, sus familias y bienes, su honor y dignidad. Se leerá no un conjuro, sino una invocación que no puedo menos que citar porque tiene una enorme belleza:

«¡Oh, espíritu! / Tú que conoces el secreto de la vida / Muéstrame el camino de la verdad / Permíteme bailar alrededor del fuego / de mis antepasados / Enséñame a ser tan libre como el viento / Tan fuerte como el halcón / Y tan sabio como la naturaleza»

y en euskara, el idioma de las sorgiñas, dice: «Oh, Ispiritua! / Zu bizaiaren sekretuak dakizuna / Erakuts nazazu egiaren bidea / Utz nazazu nere aintzindakoen su inguruan dantzatzen / Erakuts nazazu haitzea bezain aske izaten / Zapelatz bezain indartsu / Eta natura bezain jakintsu».

http://www.noticiasdenavarra.com/2010/11/03/opinion/colaboracion/400-anos-de-la-quema-de-sorginas

¿Hasta cuándo?

¿Cuándo aprenderemos que todas las personas somos libres, nadie es dueño de nadie ni tiene derecho a ejercer violencia de ningún tipo?

Detenido en Bilbao tras agredir a su pareja por saludar a unos amigos

BILBAO, 20 Ago. (EUROPA PRESS) –

Un hombre, de 39 años de edad, ha sido detenido en Bilbao tras propinar dos tortazos y romper el teléfono móvil a su pareja por saludar a unos amigos, según ha informado la Policía Local de la capital vizcaína.

Sobre las seis y media de la tarde del día de ayer, jueves, una Unidad de la Policía Municipal de Bilbao detuvo en la calle Olano a M.A.G.D.F., acusado de un presunto delito de violencia de género.

Según la víctima, una mujer de 36 años, su pareja la agredió el pasado martes cuando la vio saludar a dos amigos dándoles dos besos. Al parecer, le propinó dos tortazos y la rompió el teléfono móvil tirándolo al suelo. Una vez en casa le amenazó de muerte, agarrándola del cuello y haciendo amago de darle un cabezazo.

Al día siguiente, en la calle San Francisco saludó a un conocido. En ese momento su pareja llegó en un coche y le obligó a entrar, dándole una bofetada y un puñetazo en la boca que le causó una herida de la que sangraba abundantemente en el labio. Una vez en casa le obligó a mantener relaciones sexuales bajo la amenaza de tirarla por el balcón.

¡¡Ya basta!!

“En un juicio de faltas por malos tratos, cuando aún no era delito, condené al marido a pagar una multa y vino a pagarla ella”, recuerda aún sorprendida. “Los jueces y las juezas también lloran”

Se atreve el ciudadano y entiendo que la ciudadana de la calle a culpabilizar en un 40% a la mujer maltratada, únicamente porque es capaz de seguir conviviendo con el maltratador.

A Aisha le cortaron la nariz y las orejas y la dejaron tirada para que muriese desangrada.

El número de mujeres asesinadas por sus parejas suben un 26% en el primer semestre

Y así sucesivamente.

Además habría que añadir todas las vejaciones y malos tratos sicológicos, y otros físicos que no aparecen en los medios de comunicación.

¡Basta Ya!

Va siendo hora de que toda mujer, viva donde viva, piense como piense, sea considerada una persona con todos sus derechos, dueña de sus actos y de sus opiniones, dueña de su cuerpo y de su mente.

Y tod@s tenemos la culpa, bueno tod@s menos ellas,  de que esto no sea así: como decían los curas, «por pensamiento, palabra, obra u omisión»

Hay quien dice o al menos piensa: ¡algo habrán hecho para provocar eso!

Otros: ¡pues que se hubiese ido! o ¡que lo hubiese denunciado!

Como si fuese sencillo asimilar que esa «persona» a la que quieres o has querido con locura sea capaz de eso; no, es algo que no volverá a hacer, piensa.

Como si fuese sencillo abandonarla sabiendo que le va a buscar y va a actuar con más agresividad todavía.

Como si fuese sencillo emprender una vida nueva partiendo de cero, abandonar unos hijos o llevarlos con ella sin contar con absolutamente nada para mantenerlos y mantenerse.

Como si fuese sencillo denunciar sabiendo que la justicia no la protegerá, al menos a tiempo y en todo tiempo y lugar.

Como si fuese sencillo luchar contra una sociedad que la declara culpable, ya sea de pensamiento, palabra, obra(obras son amores, que no buenas razones) o por omisión.

Tod@s l@s demás somos culpables y debemos entre tod@s solucionarlo.

Comenzando por comprender el problema, comprender y ayudar a las VÍCTIMAS, denunciar cada caso que vemos y sobre todo no tratando nunca de justificar al agresor, ni en todo ni en parte mínima.

Y la única solución a largo plazo es la educación en el respeto mutuo y en la consideración de que tod@s somos personas LIBRES.

Y no hago distinción de hombres y mujeres aunque el desequilibrio es patente: digo tod@s nos tenemos que mentalizar.

Él o ella será tu amor, será toda tu vida pero ni es de tu propiedad ni tú de la suya; es una persona libre que además de vuestra vida en común tiene su propia vida y su propia opinión y debes respetarlas.

Si no comprende esto (o si tú no comprendes esto), por favor no sigas adelante; lo mínimo que pasará que te anule como persona, que amargue tu vida y que la destroce (o tú a ella) más o menos rápido, ya sea mental o físicamente.

Teléfono de atención del maltrato: 016

Contra el maltrato, tolerancia cero.

Cinco expectativas absurdas, injustas y sexistas que la sociedad impone a los hombres

Aunque un poco largo, me ha parecido interesante el tema, que se lo dedico a mis amigos machos y a otros «machos» no tan amigos. Amalaidea

Cinco expectativas absurdas, injustas y sexistas que la sociedad impone a los hombres
Alternet

Si tienes un pelo de progresista no te sorprenderá leer que el sexismo lastima a las mujeres. Obvio, ¿no? Es, digamos, la definición misma de la palabra. Sin embargo, no solemos hablar mucho de las maneras en que el sexismo lastima a los hombres. Se entiende: cuando observamos las grotescas formas en que el sexismo daña a las mujeres (desde la desigualdad económica hasta la privación del derecho al ejercicio político como ciudadanas y el abuso literalmente físico), resulta razonable que nos preocupemos más por cómo afectan el sexismo, el patriarcado y los rígidos roles de género a las mujeres que a los hombres.

No obstante, no cabe duda que estas cosas también los marcan a ellos. Tal vez no los joden tanto como a las mujeres, pero tampoco es un daño trivial. El tema me importa y creo que a otras feministas (y otras mujeres y hombres que bien pueden no definirse como feministas) debe importarles también. Seguir leyendo «Cinco expectativas absurdas, injustas y sexistas que la sociedad impone a los hombres»