Hace unos días asistí al acontecimiento del año en mi ciudad, una modesta ciudad en la que acontecimientos como ese son impensables, inauditos.
Se trataba del concierto de una muy conocida y cotizada banda de rock creada en la década de los años 60 aunque el éxito y reconocimiento mayor lo lograron en los 70 y 80 manteniéndolo hasta nuestros días.
Dicha actuación ha sido posible gracias al empeño y buen hacer de la editorial Scarlett Moon, con motivo de la presentación de la biografía más completa y exhaustiva hasta el momento, del citado grupo.
Esta editorial ocupa ya un importante puesto entre los lectores gracias a su buena selección de publicaciones, tocando temas muy diversos siguiendo la orientación de su propietario y director, un escritor polivalente, pues crea tanto poesía como relatos, con buena aceptación por sus lectores y que ahora se ha inclinado por el género negro en el cual el éxito que todos le deseamos es más bien incierto.
Volviendo a mi objetivo primero, relataré sucintamente el citado evento y hechos y detalles con él relacionados.
Había acudido con anticipación para evitar aglomeraciones, justo cuando la luna hacía su aparición, una gran luna de color rojizo y cruzando ante ella un gran murciélago que se me antojó el mayor que hubiese visto jamás, evolucionando con destreza, con altivez, diría.
En unos minutos el recinto se puso a rebosar de público, destacando en una tribuna construida ad hoc, los coprotagonistas del acto.
Allí se encontraba el alcalde de la ciudad acompañado de su esposa, elegantemente vestidos, el propietario y director de la citada editorial Scarlett Moon que destacaba por su esbelta y varonil figura enfundada en un moderno y no menos elegante traje y que era acompañado por su secretaria, ayudante y relaciones públicas, una joven de jovial y tierna belleza, de nombre Maribel, que lucía un vistoso modelo discreto pero coqueto. Completando la tribuna se hallaba el autor de la biografía, un novel y joven escritor desconocido hasta el momento por el gran público.
Entre el público, como viene siendo habitual, se encontraban en primeras filas los invitados VIP, periodistas, críticos musicales, políticos y gente destacada de la sociedad local.
Destacaban o al menos me llamaron poderosamente la atención dos personajes de la primera fila, uno a cada lado del semicírculo que formaban los asientos.
A un lado, destacando no solo por su proporcionada corpulencia sino sobre todo por su enigmática y penetrante mirada, se encontraba un conocido crítico y promotor musical con espacio propio en los principales medios, asesor técnico y autor del prólogo de la citada biografía del grupo protagonista del libro y del evento.
Al otro lado llamó poderosamente mi atención una joven que a pesar de su discreción era imposible pasase desapercibida, esbelta y de una belleza natural enigmática, atrayente, seductora sin pretenderlo, con unos bellos ojos negros que parecían brillar en la oscuridad, divinamente enmarcada en un elegante y sencillo vestido negro, largo y con una discreta abertura lateral que insinuaba unas piernas acordes con el resto de su anatomía. Se trataba de una escritora autora de una reciente publicación de éxito creciente a pesar de su poca promoción, debido al boca a boca de los lectores, entusiasmados con su libro titulado Meditando en la Noche, una serie de relatos en los que el interés, intriga, suspense y emociones cautivan al lector in crescendo, manteniéndolo en vilo de principio a fin.
A la hora prevista y con su habitual y perfecta puesta en escena hizo su aparición el citado grupo entre los vítores y aplausos ensordecedores del público, tanto jóvenes actuales como jóvenes seguidores en su día, en cada etapa del grupo.
Su actuación fue grandiosa, sin desmerecer en ningún momento, un repaso de su discografía y temas de mayor éxito.
El antedicho crítico seguía atentamente cada actuación sin perder detalle aunque de cuando en cuando su ojo derecho, únicamente su ojo derecho, lanzaba furtivas miradas a la bella escritora que parecía no darse cuenta de la atención prestada o fingía que así era.
En el descanso o intermedio, numerosos asistentes abandonaron la sala, bien para ir al aseo, para fumar el ansiado cigarrilo, utilizar el móvil o solucionar otras necesidades perentorias, entre ellos los citados anteriormente, que coincidieron en el embudo formado por una de las dos grandes cajas de altavoces que flanqueaban el escenario por lo que, dado que casi se rozaron, se dedicaron una amable sonrisa de saludo y disculpa.
Como también pasaron a mi lado, pude apercibir el suave y cautivador perfume que rememoraba el heno recién cortado, que emanaba de la bella dama.
En dicho intermedio ocurrió un pequeño incidente que alarmó a algunos pues hubo un corte de fluido eléctrico dejando todo a oscuras por lo que por megafonía pidieron tranquilidad aclarando que se trataba de un corte momentáneo debido a un fusible, como así fue ya que apenas duró poco más de medio minuto.
Al regreso a sus localidades volvieron a coincidir crítico y escritora cruzando de nuevo una sonrisa entre ellos, por supuesto más amplia que la primera y que iluminaba más la cara de la dama, quizá debido al retoque y acicalamiento efectuado en el descanso.
Continuó la segunda parte con dos, en principio pequeñas, incidencias: la ausencia del director de Scarlett Moon y una pequeña disonancia en la caja de altavoces quizás debida a haber recibido algún golpe durante el intermedio.
El desarrollo al igual, que la primera parte, fue espectacular con el público volcado con sus ídolos, la ahora ya extraña ausencia del editor, la pequeña distorsión acústica, las miradas, ahora ya mutuas y acompañadas de una educada sonrisa entre nuestra conocida pareja y la inquietud de la secretaria entre sus continuas miradas al reloj y a la entrada más próxima.
Acabado el concierto llegó la presentación del libro realizada por la nerviosa secretaria que comenzó excusando a su jefe, achacando su ausencia a asuntos de vital importancia, y escuetamente agradeció la presencia de la banda, presentó al escritor y su libro ensalzando el trabajo realizado y recomendando su adquisición y lectura, informando que el autor, así como algunos miembros del grupo, firmarían el libro a quien lo desease.
Aproveché la oportunidad que se me brindaba y esperé mi turno mientras observaba a mi alrededor, pudiendo ver al crítico saludando y charlando con el escritor y algún miembro del grupo, la bella joven saludando al autor, al crítico y a los miembros de la banda y abandonar la sala con una sonrisa de satisfacción, de objetivo conseguido.
Igualmente observé el desmontaje del escenario, los instrumentos primero con gran cuidado, las pesadas cajas de altavoces que les causaron gran trabajo teniendo que pedir más ayuda para retirar la segunda de ellas.
También yo salí a la calle, justamente a tiempo de admirar el elegante caminar de la dama mientras se dirigía a un taxi en cuyo interior desapareció y emprendió el regreso.
Al levantar la vista pude contemplar la hermosa luna llena, ahora con un esplendoroso brillo de plata y curiosamente también el gran murciélago pero ahora con un vuelo atolondrado como si se encontrase ebrio.
Me dirigí directamente a mi hogar y después de una ducha me dejé caer sobre la cama quedando en unos instantes profundamente dormida debido al cansancio.
Por la mañana amanecí ya repuesta y descansada y me dispuse a desayunar mientras ojeaba la prensa con curiosidad por ver la crónica del concierto y saber la causa de la extraña ausencia del editor.
Hablaba muy positivamente de la actuación musical pero al contrario de lo que esperaba no aclaraba los motivos de la ausencia del editor, no habían podido averiguarlo por lo que elucubraban que debía de tratarse de un asunto de vida o muerte pues de otra forma era impensable que se ausentase en un momento tan esperado y en el que tanto esmero e ilusión había puesto.
Comentaba también un detalle molesto y perjudicial para la banda y era que al atravesar la bahía por el puente, el camión de los utillajes había sufrido un brusco movimiento por el que, debido a su peso o mala sujección, había caído al agua una de las dos grandes cajas de altavoces hundiéndose en las profundas aguas, dándola por perdida e irrecuperable.
Esta ha sido mi pequeña crónica de tan especial evento que dará tema de conversación durante mucho tiempo, dado que en una pequeña ciudad no hay muchos asuntos tan relevantes para ello ni ocasiones de curiosear, criticar cada detalle o aventurar suposiciones sobre la ausencia del editor y otras diversas cuestiones.
Pero eso sería ya otra historia muy distinta.
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