Y apareció la noche.

.

El día transcurría lentamente, avanzaba el reloj pero el día parecía estancado; una densa niebla unicolor cubría el cielo no dejando siquiera adivinar dónde se encontraba el sol en cada momento.

Ni siquiera hubo una opción para que, como acostumbraba, se despidiese con un cambio de luces o una sinfonía de colores como lo hacía de cuando en cuando; simplemente la luminosidad fue decayendo para al fin aparecer la oscuridad que  lentamente y sin compasión alguna, fue engullendo árboles, casas, paisajes, siluetas, luces y sombras hasta no dejar absolutamente nada.

¿Nada? Es lo que parecía a primera vista o más bien a falta de vista pero al desaparecer todo lo demás, quedó al descubierto una figura envuelta en un gran manto de negro terciopelo.

Era la noche, negra como el carbón, que poco a poco comenzó a manifestarse en todo su esplendor, primeramente separó sus párpados mostrando unos bellísimos ojos inmensos, color azabache, de mirada serena y apacible y a continuación fue incorporándose estirando sus brazos desperezándose y exhibiendo toda su majestuosidad.

Todo lo abarcaba, a la vez que nada ocupaba, era una extraña y misteriosa sensación de espacio infinito ocupado y libre a la vez, lleno de calma y paz.

Estaba absorto contemplando su maravillosa e impresionante belleza cuando dirigió hacia mí su profunda mirada y esbozando una negra sonrisa, clara y radiante, me invitó a penetrar en su interior, fue cerrando sus brazos y envolviéndome en un tierno abrazo me atrajo hacia su pecho, el cual atravesé como si de una negra niebla se tratase y me encontré de pronto en sus inmensas entrañas, extasiado, embobado y sin poder dar crédito a lo que me sucedía.

Su interior era realmente alucinante: un inmenso espacio diáfano y sin límites hacia ningún lado donde la oscuridad  reinaba por todo, pero era una oscuridad translúcida lena de matices, una oscuridad ambiente que todo lo iluminaba y lo hacía visible, una sensación imposible de explicar o comparar con el mundo exterior.

El suelo todo estaba tapizado de charcos de distinto tamaño y profundidad, de agua límpida y cristalina, que figuraban hermosos espejos de plata donde contemplarse y admirarse ya que todo lo allí reflejado era belleza; incluso al acercarme a uno de ellos para contemplar mi imagen me mostró mi cara de un azul intenso luminoso, transparente, mostrando incluso todo mi interior, y era bello.

En esas estaba, pensando si había alguna vida en aquella inmensidad, si la habitaba algún ser vivo inteligente o no, cuando descubrí que desde uno de los charcos unas divertidas y juguetonas estrellas me quiñaban sus ojos y sonrientes y pícaras me invitaban a acompañarlas en sus juegos.

Al acercarme fui divisando miles de ellas en todos los charcos, más o menos lejanas y de tamaños muy diversos que comenzaron a correr y reir y cuando penetré en el charco aumentaron sus movimientos, sus saltos, sus risas, salpicando en todas las direcciones llenándome de luminosas gotitas que iluminaban mi cara en forma de sonrisas; cuando yo saltaba en los charcos ellas salían volando, riendo y cantando, contagiándome de esa alegría y euforia que invadía todo mi ser.

Todas las estrellas del cielo participaban en semejante jolgorio, incluso la luna contemplaba desde un gran charco la escena con una fina sonrisa de ilusión iluminando su rostro.

Pero si tenía duda de si alguien más habitaba aquellos inmensos espacios tan llenos de paz, tranquilidad y misterio, pronto saldría de dudas pues las risas, cantos, gritos de alegría y demás jolgorio había alcanzado tal volumen que nadie podía sustraerse a ellos ni aunque estuvieran sumidos en el más profundo sueño.

Así fue como descubrí que todo estaba lleno de vida, habitado por miles de seres maravillosos que fueron apareciendo desde los rincones y espacios más escondidos.

Querría seguir contando lo que allí iba ocurriendo pero una pequeña y traviesa estrella me ha arrebatado el tintero donde cargaba mi pluma, así que tendréis que esperar a que alcance a ese o esa pillastre para seguir haciéndolo.

Mientras tanto disfrutad de la noche y su belleza, sin miedos ni límites.

 

Encontrarse a si mismo.

DSCF6662

Siempre he sido un apasionado de la montaña, me gusta recorrer todos los rincones, perderme completamente solo por parajes recónditos, saborear la soledad hasta límites en que sientes casi agobio, en lugares donde sabes que no encontrarás más seres vivientes que los animales que por allí viven o pasan.

La montaña, además de ejercicio fisico me aporta paz, calma, saborear la belleza de un paisaje o escondidos y preciosos rincones, en resumen supone una recarga de energía necesaria para superar la monotonía de la vida diaria.

Pero hace unos días en una tertulia alguien hablaba de visitar lugares sagrados del Tibet o de la India para encontrarse a sí mismo; discutiendo esos temas se llegó a la conclusión de que no era preciso viajar a lugares lejanos sino que, por ejemplo en la naturaleza, en la montaña, en soledad, uno podía encontrarse consigo mismo, para lo que es necesario ir con espíritu de búsqueda y de encuentro espiritual.

Así que decidí probar esa experiencia, tratar de encontrarme con mi otro yo.

Partí solo, escogiendo un paraje bastante escarpado, con bosques tupidos y escondidos rincones entre rocas.

Como de costumbre, caminaba atento a mi entorno, a cualquier signo de vida, cualquier animal grande o pequeño que observar y admirar su belleza. Descansé al borde del escarpe contemplando el valle bajo mis pies cubierto por un espectacular mar de niebla que, ya avanzada la mañana, se iba abriendo dejando asomarse por las ventanas abiertas entre ella, primeramente verdes prados y luego varios pueblecitos en los que destacaba su iglesia y con algunas casas dispersas por la  campiña.

Después de ese sensacional espectáculo mientras reponía fuerzas y líquido, decidí internarme por el espeso bosque camino de unos rincones rocosos cuyas rocas más altas había visto sobresaliendo de dicho bosque. Seguí un sendero que iba en la dirección deseada hasta que desapareció y continué, ya sin sendero, buscando los lugares más apropiados para cruzar entre la maleza y arbustos, en ocasiones muy cerrados obligándome a agacharme al máximo para salvar algún obstáculo.

Por fin llegué al final del arbolado encontrándome con un grandioso espectáculo: dos enormes rocas flaqueaban el paso hacia rincones interiores, un laberinto de rocas de menor y variado tamaño.

Estuve un buen rato contemplando aquellos bellos colosos sobrevolados por varios majestuosos buitres, viendo en una de las paredes un par de agujeros que les servían de nido y varios otros ejemplares posados en las aristas de ambas rocas.

Hinché el pecho llenándolo de aire, ya mi espíritu se había llenado de calma y belleza, y con un suspiro de admiración decidí continuar traspasando aquella rocosa puerta y descubrir las bellezas y emociones que se escondían tras ellas.

No me defraudó aquel entorno maravilloso, un laberinto entre rocas descubría rincones a cual más espectacular, pasos estrechos de uno a otro, incluso tuve que gatear para pasar uno de ellos.

De pronto, en uno de esos recovecos, me encontré conmigo mismo.

¡Uff, qué susto! Frente a mí apareció aquel tío feo, sudoroso y con la misma cara de asustado que la que yo tenía.

-¿Quién eres? De dónde sales?, le pregunté.

-Soy yo, me dijo, ¿no me conoces?

-¡Coño, qué listo, también yo soy yo, no te jode!

-Es que yo soy tú, tu otro yo, o mejor, tú eres mi otro yo, me explicó.

¡Vaya!, al fin me había encontrado conmigo mismo, con mi otro yo.

-¿Qué voy a hacer ahora contigo? No puedo dejarte aquí y si te llevo conmigo a más de uno le puede dar un infarto, ¿cómo les explico que tú eres yo y yo soy tú?

-Tranquilo, me dijo yo, eso no funciona así, yo iré dentro de ti, en realidad siempre he estado en tu interior aunque no hayas sido muy consciente de eso.

(¡Claro, mira qué fresco el otro yo, que yo lo lleve!, ahora comprendo por qué me canso tanto, pensé pero no se lo dije)

Así que reemprendí el regreso, satisfecho con haberme encontrado a mí mismo pero un tanto preocupado de si podría acarrear con él y con la duda de cómo nos entenderíamos, ahora que se había manifestado, que había roto su silencio y además para toda la vida y sin posibilidad de divorcio.

Bueno, aquí estamos yo y yo, de momento en armonía y afrontando el día a dia con optimismo y una gran sonrisa.

Ya sabéis, si a partir de ahora algo de mí deja de gustaros, posiblemente sea cosa de yo, del otro yo, o quizás no, ¿quién sabe?

Y viceversa.

Con cierto desconcierto.

Hace unos días asistí al acontecimiento del año en mi ciudad, una modesta ciudad en la que acontecimientos como ese son impensables, inauditos.

Se trataba del concierto de una muy conocida y cotizada banda de rock creada en la década de los años 60 aunque el éxito y reconocimiento mayor lo lograron en los 70 y 80 manteniéndolo hasta nuestros días.

Dicha actuación ha sido posible gracias al empeño y buen hacer de la editorial Scarlett Moon, con motivo de la presentación de la biografía más completa y exhaustiva hasta el momento, del citado grupo.

Esta editorial ocupa ya un importante puesto entre los lectores gracias a su buena selección de publicaciones, tocando temas muy diversos siguiendo la orientación de su propietario y director, un escritor polivalente, pues crea tanto poesía como relatos, con buena aceptación por sus lectores y que ahora se ha inclinado por el género negro en el cual el éxito que todos le deseamos es más bien incierto.

Volviendo a mi objetivo primero, relataré sucintamente el citado evento y hechos y detalles con él relacionados.

Había acudido con anticipación para evitar aglomeraciones, justo cuando la luna hacía su aparición, una gran luna de color rojizo y cruzando ante ella un gran murciélago que se me antojó el mayor que hubiese visto jamás, evolucionando con destreza, con altivez, diría.

En unos minutos el recinto se puso a rebosar de público, destacando en una tribuna construida ad hoc, los coprotagonistas del acto.

Allí se encontraba el alcalde de la ciudad acompañado de su esposa, elegantemente vestidos, el propietario y director de la citada editorial Scarlett Moon que destacaba por su esbelta y varonil figura enfundada en un moderno y no menos elegante traje y que era acompañado por su secretaria, ayudante y relaciones públicas, una joven de jovial y tierna belleza, de nombre Maribel, que lucía un vistoso modelo discreto pero coqueto. Completando la tribuna se hallaba el autor de la biografía, un novel y joven escritor desconocido hasta el momento por el gran público.

Entre el público, como viene siendo habitual, se encontraban en primeras filas los invitados VIP, periodistas, críticos musicales, políticos y gente destacada de la sociedad local.

Destacaban o al menos me llamaron poderosamente la atención dos personajes de la primera fila, uno a cada lado del semicírculo que formaban los asientos.

A un lado, destacando no solo por su proporcionada corpulencia sino sobre todo por su enigmática y penetrante mirada, se encontraba un conocido crítico y promotor musical con espacio propio en los principales medios, asesor técnico y autor del prólogo de la citada biografía del grupo protagonista del libro y del evento.

Al otro lado llamó poderosamente mi atención una joven que a pesar de su discreción era imposible pasase desapercibida, esbelta y de una belleza natural enigmática, atrayente, seductora sin pretenderlo, con unos bellos ojos negros que parecían brillar en la oscuridad, divinamente enmarcada en un elegante y sencillo vestido negro, largo y con una discreta abertura lateral que insinuaba unas piernas acordes con el resto de su anatomía. Se trataba de una escritora autora de una reciente publicación de éxito creciente a pesar de su poca promoción, debido al boca a boca de los lectores, entusiasmados con su libro titulado Meditando en la Noche, una serie de relatos en los que el interés, intriga, suspense y emociones cautivan al lector in crescendo, manteniéndolo en vilo de principio a fin.

A la hora prevista y con su habitual y perfecta puesta en escena hizo su aparición el citado grupo entre los vítores y aplausos ensordecedores del público, tanto jóvenes actuales como jóvenes seguidores en su día, en cada etapa del grupo.

Su actuación fue grandiosa, sin desmerecer en ningún momento, un repaso de su discografía y temas de mayor éxito.

El antedicho crítico seguía atentamente cada actuación sin perder detalle aunque de cuando en cuando su ojo derecho, únicamente su ojo derecho, lanzaba furtivas miradas a la bella escritora que parecía no darse cuenta de la atención prestada o fingía que así era.

En el descanso o intermedio, numerosos asistentes abandonaron la sala, bien para ir al aseo, para fumar el ansiado cigarrilo, utilizar el móvil o solucionar otras necesidades perentorias, entre ellos los citados anteriormente, que coincidieron en el embudo formado por una de las dos grandes cajas de altavoces que flanqueaban el escenario por lo que, dado que casi se rozaron, se dedicaron una amable sonrisa de saludo y disculpa.

Como también pasaron a mi lado, pude apercibir el suave y cautivador perfume que rememoraba el heno recién cortado, que emanaba de la bella dama.

En dicho intermedio ocurrió un pequeño incidente que alarmó a algunos pues hubo un corte de fluido eléctrico dejando todo a oscuras por lo que por megafonía pidieron tranquilidad aclarando que se trataba de un corte momentáneo debido a un fusible, como así fue ya que apenas duró poco más de medio minuto.

Al regreso a sus localidades volvieron a coincidir crítico y escritora cruzando de nuevo una sonrisa entre ellos, por supuesto más amplia que la primera y que iluminaba más la cara de la dama, quizá debido al retoque y acicalamiento efectuado en el descanso.

Continuó la segunda parte con dos, en principio pequeñas, incidencias: la ausencia del director de Scarlett Moon y una pequeña disonancia en la caja de altavoces quizás debida a haber recibido algún golpe durante el intermedio.

El desarrollo al igual, que la primera parte, fue espectacular con el público volcado con sus ídolos, la ahora ya extraña ausencia del editor, la pequeña distorsión acústica, las miradas, ahora ya mutuas y acompañadas de una educada sonrisa entre nuestra conocida pareja y la inquietud de la secretaria entre sus continuas miradas al reloj y a la entrada más próxima.

Acabado el concierto llegó la presentación del libro realizada por la nerviosa secretaria que comenzó excusando a su jefe, achacando su ausencia a asuntos de vital importancia, y escuetamente agradeció la presencia de la banda, presentó al escritor y su libro ensalzando el trabajo realizado y recomendando su adquisición y lectura, informando que el autor, así como algunos miembros del grupo, firmarían el libro a quien lo desease.

Aproveché la oportunidad que se me brindaba y esperé mi turno mientras observaba a mi alrededor, pudiendo ver al crítico saludando y charlando con el escritor y algún miembro del grupo, la bella joven saludando al autor, al crítico y a los miembros de la banda y abandonar la sala con una sonrisa de satisfacción, de objetivo conseguido.

Igualmente observé el desmontaje del escenario, los instrumentos primero con gran cuidado, las pesadas cajas de altavoces que les causaron gran trabajo teniendo que pedir más ayuda para retirar la segunda de ellas.

También yo salí a la calle, justamente a tiempo de admirar el elegante caminar de la dama mientras se dirigía a un taxi en cuyo interior desapareció y emprendió el regreso.

Al levantar la vista pude contemplar la hermosa luna llena, ahora con un esplendoroso brillo de plata y curiosamente también el gran murciélago pero ahora con un vuelo atolondrado como si se encontrase ebrio.

Me dirigí directamente a mi hogar y después de una ducha me dejé caer sobre la cama quedando en unos instantes profundamente dormida debido al cansancio.

Por la mañana amanecí ya repuesta y descansada y me dispuse a desayunar mientras ojeaba la prensa con curiosidad por ver la crónica del concierto y saber la causa de la extraña ausencia del editor.

Hablaba muy positivamente de la actuación musical pero al contrario de lo que esperaba no aclaraba los motivos de la ausencia del editor, no habían podido averiguarlo por lo que elucubraban que debía de tratarse de un asunto de vida o muerte pues de otra forma era impensable que se ausentase en un momento tan esperado y en el que tanto esmero e ilusión había puesto.

Comentaba también un detalle molesto y perjudicial para la banda y era que al atravesar la bahía por el puente, el camión de los utillajes había sufrido un brusco movimiento por el que, debido a su peso o mala sujección, había caído al agua una de las dos grandes cajas de altavoces hundiéndose en las profundas aguas, dándola por perdida e irrecuperable.

Esta ha sido mi pequeña crónica de tan especial evento que dará tema de conversación durante mucho tiempo, dado que en una pequeña ciudad no hay muchos asuntos tan relevantes para ello ni ocasiones de curiosear, criticar cada detalle o aventurar suposiciones sobre la ausencia del editor y otras diversas cuestiones.

Pero eso sería ya otra historia muy distinta.