No juzguéis si no quieres ser juzgadas

Así reza el refrán pero yo añadiría: «Si juzgas, hazlo en la misma forma en que te gustaría ser juzgada»

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Vienen estas reflexiones como complemento de la entrada anterior sobre nuestros juicios «baratos» a otras personas, sin ver los motivos reales de esa persona, su punto de vista ante eso que juzgamos, sin meternos en su piel, ni caminar con sus zapatos.

Así cuando, según tus indicios, sientes que has sido juzgada por tus mejores amigas, amigas de una amistad sincera y profunda, en las que confías ciegamente, y te han condenado y desterrado de sus vidas sin leerte los cargos, sin comprender el porqué , te sientes con el mismo derecho de juzgar y hasta de condenar de la misma forma, con la misma indefensión que tú has sentido.

Pero reflexionas y comprendes, confiando todavía en ellas, que es imposible que no haya una buena razón, desde su punto de vista, para hacer lo que han hecho; te gustaría meterte en su piel, caminar con sus zapatos, para comprender el porqué de su condena (si es que la hay) o el porqué de esa situación en que te encuentras.

Continúa en ti el dolor, la impotencia y la rabia pero es una rabia contra la situación y contra ti misma, te sientes culpable de algo que no alcanzas a comprender pero piensas: «algo habré hecho de palabra, obra u omisión, para llegar a esta situación».

Porque no puedo cambiar mis sentimientos, no puedo odiarlas ni considerarlas culpables de querer dañarme, esa amistad continúa igual por mi parte aunque con el dolor de su silencio, con la impotencia de no poder solucionar nada ni meterte en su piel o en sus zapatos para comprender algo.

Debo aplicar mi receta: «quiérelas más cuando menos se lo merezcan (desde mi punto de vista) pues será cuando más lo necesitan».

Además muchas veces, cuando más evidente parece la situación, «no es lo que parece».

Así que seguiré queriéndolas con el amor puro de la amistad, sin esperar nada a cambio, seguiré confiando en ellas, seguiré dejando la puerta abierta para cuando deseen volver, con una sonrisa,  los brazos abiertos y la mesa preparada con el café caliente y las pastas que tanto les gustan, recién hechas.

Y ojalá algún día podamos reirnos juntas de estos momentos, de este malentendido y continuar disfrutando de nuestra amistad como si nada hubiera pasado.

No es nada del otro mundo pues así es como me gustaría ser juzgada y así me gustaría ser tratada, de encontrarme en su situación.

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Antes de juzgar y condenar pongámonos en el lugar de la otra persona, intentemos meternos en su piel, en su pensamiento, intentemos caminar con sus zapatos; al menos evitaremos actuar precipitadamente o con ira, comprenderemos mejor o seremos más condescendientes, conseguiremos ser un poco más justas y un poco más felices.(o menos infelices)

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Me olvidaba de mi otra receta: ¡cuidaos y procurad ser felices!

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