¿Dónde jugarán los niños?

¿Dónde jugarán los niños? Es una pregunta que, lo mismo que Maná, me la he hecho muchas veces viendo cómo nos afanamos en deteriorar el planeta, de tal forma que más bien parece haber una competición entre países para ver quién es el que más contamina y haciendo de ello alarde de modernidad: «tan poco contaminas tú? Qué atrasado estás, eres tercermundista! Espabila y contamina a marchas forzadas para ver si te pones a nuestra altura, entre la élite mundial, la flor y nata de los países modernos!»

Y cuando algún país hace ver al resto que de flor y nata nada sino que es pura mierda lo que producen y lo que son, los más poderosos (que rima con asquerosos) les hacen callar rápidamente.

Pero desgraciadamente mi pregunta continúa, y sin una respuesta medianamente decente: ¿A qué jugarán los niños?

Porque si los niños en sus juegos imitan lo que ven hacer a sus mayores, maldito el ejemplo que les estamos dando tanto a nivel individual como coletivo e incluso como países.

Les estamos enseñando que desarrollarse es situarse encima de los demás, aprovechando los cadáveres de los más necesitados y débiles para medrar y subir, que estar bien situado significa olvidar los sentimientos de solidaridad, de justicia, de hermandad, olvidar todos los derechos humanos de los demás y que el único derecho es el del más fuerte y despiadado, el derecho mío de aprovecharme de todo y de todos los demás sin importar para nada las consecuencias presentes ni futuras.

Día a día ven violaciones, maltrato, asesinatos, genocidio, odio, venganzas, guerras, destrucción, violencia de todo tipo…

¿A qué jugamos pues?

¿Cuándo vamos a jugar todos juntos y un juego limpio?

¿Haremos algo para dejar un mundo al menos tan bueno y bello como lo encontramos?

Reflexionemos sobre estas cuestiones mientras escuchamos a Maná y la canción «Dónde jugarán los niños?

 

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