Como la luna

Así son las personas, como la luna; una veces las vemos claramente sobre todo cuando son brillantes, cuando destacan a simple vista, en público.

Otras veces en cambio hay que observarlas con más atención para apreciar su verdadero valor; vemos una parte pública y brillante y pensamos que ha perdido parte de su personalidad, de sus valores.

Pero si sabemos mirar con los ojos del corazón veremos que lo que creíamos ausencia no lo es tal sino que hay otros valores menos visibles pero no por ello menos hermosos; no brillarán pero tienen un inmenso valor, una gran belleza.

Y cuando desaparecen de la vista de los focos, cuando se apartan a un rincón más sereno, en la oscuridad, aunque menos visibles a los superficiales, se aprecia toda la belleza intrínseca de la persona, más íntima, más intensa, más real y profunda.

Tengámoslo presente: las personas no solo son valiosas bajo los focos que resaltan su imagen, a veces falseada por el maquillaje, o cuando los altavoces nos traen su mensaje, su verdadero valor es el que permanece lejos de los focos, el que continúa en la oscuridad, en el silencio, el de su interior, que debemos saber mirar con los otros ojos, con los del alma.