Caminaba lentamente por el día;
cuando me aproximaba a su fin,
un deseo fue invadiendo mi mente:
«Quiero atrapar el atardecer»
y hacia él me dirigí con ilusión
mas cuando ya casi lo alcanzaba,
he aquí que él fue quien me envolvía,
sin yo casi percibirlo, me encontré rodeada,
seducida y apresada por aquel bello atardecer.
Me dejé llevar, gozando y disfrutando del momento,
un grato y profundo placer para mis sentidos
y más para mi espíritu que parecía flotar
en aquella calma
y con semejante sinfonía de colores.
Poco a poco el bello atardecer se fue retirando
dejando a mi cuerpo y mi espíritu tan dulcemente relajados
que sin darnos cuenta
se apoderó de nosotros una negra noche .
Nos embargó un desasosiego, no por la noche,
que a pesar de su negrura no estaba desprovista de belleza,
sino porque hora era ya de regresar.
Lo hicimos, lo hacíamos, mi cuerpo un tanto inquieto,
mi espíritu sereno, haciéndome ver la belleza,
distinta, de la noche.
Algunas estrellas nos hacían compañía
y poco a poco, docenas, cientos,
miles de ellas se sumaron a nuestra marcha.
Felices por tanta, tan lúcida y celeste compañía,
el camino se hacía ligero y ameno
tratando de averiguar los nombres de ellas
y sus familias o constelaciones.
Pero, próximos a nuestro origen y destino,
nos faltaba otra gran sorpresa:
en el horizonte vimos asomar tímidamente
una gran bola anaranjada
que conforme iba asomando se tornaba plateada;
al fin completamente alzada, se desprendió del horizonte
echando a volar por el cielo, lenta, majestuosa, radiante,
haciendo palidecer a las estrellas a su paso,
sustituyendo sus llamitas rutilantes por esa gran luminaria
que esclarecía todo con su luz suave y ambiente de intimidad.
Esa hermosa y serena Luna llena
nos llenaba de una intensa y profunda calma
y paz interior aportando tiernos recuerdos del ayer.
Esa bella, simpática y cariñosa luna
no solo nos acompañó y señaló el camino a casa
sino que incluso iluminó y veló mi cama, mi sueño
y acompañó a mi espíritu, que no dormía,
durante gran parte de la noche
mientras rondaba por el cielo.
Gracias a aquel atardecer, aquella noche y aquella Luna,
todos esos bellos momentos
quedaron grabados en mi mente, en mi espíritu
y su recuerdo sirve para para revivir esas sensaciones
y reencontrar la paz y serenidad
en los momentos duros o penosos
que de cuando en cuando nos visitan.
–ooOoo–
Espero y deseo que disfrutéis de la noche y de la preciosa luna, que vele vuestro sueño, vuestros sueños, para que al amanecer despertéis radiantes y felices.