.
Añoro su voz
Su voz dulce, cálida y tierna.
Su voz como de niña inocente, humilde y un poco asustada.
Su voz suave a pesar de su carácter enérgico, recordando a esa fuente que mana tranquila entre impresionantes peñascos.
Su voz…
Como un radiante amanecer tras una larga noche invernal,
como el rayo de sol que nos acaricia en un día gélido,
como una suave brisa fresca en un tórrido día de verano,
como un rayo de esperanza al borde de la desesperación,
como un bálsamo que calma nuestra atormentada piel.
Su voz…
Iluminaba mi alma, calmaba mi inquietud, ahuyentaba mi miedos y mis fantasmas.
Alegraba mi espíritu, llenaba mi soledad, hacía que mi espíritu se elevase flotando sobre este mundo terrenal.
Me transmitía unas sensaciones y sentimientos imposibles de plasmar.
Me transportaba a otros mundos mágicos y misteriosos, a un cielo desde donde se divisaban maravillosos paisajes envueltos en una deliciosa melodía celestial.
Escuchaba su voz como se contempla una expléndida y luminosa puesta de sol, ese momento mágico en que el sol se deforma y se esconde.
Y después llegó la noche,
larga noche, muchas noches, sin ese rayo que rompa la temible oscuridad,
muchas noches sin amanecer final,
muchas noches también en el alma.
.
Añoro su voz…
como un abrazo infinito, tierno y etermo,
como una gran sonrisa llenando el cielo estrellado,
enmarcando la luna llena,
esa luna…, nuestra luna.
.